en lo escondido

Elena Sanz

La publicidad nos inunda

Estamos en la era de la publicidad. No cabe duda. Nos rodea como el aire que respiramos, la llevamos puesta, hablamos de ella e incluso la buscamos por su originalidad o curiosidad.

Pero este invento de los anuncios, en las dimensiones actuales, tiene pocos años. Cuando revisamos los álbumes de fotos de nuestros padres (ya no hablo de nuestros abuelos) es muy difícil encontrar anuncios llamativos o alardes publicitarios. No es que no hubiera publicidad, pero era algo marginal y anecdótico; hoy día es apabullante.

Gracias a la publicidad conocemos productos y servicios que de otra manera pasarían desapercibidos. Nos comunica avances tecnológicos y mejoras de todos los ámbitos del consumo, el problema es la sobreexposición que la convierte en una especie de veneno y como dijo Paracelso en su famosa definición: "Todo es veneno, nada es sin veneno. Sólo la dosis hace el veneno".

Sales a la calle y la publicidad empapela nuestras calles, nuestra ropa luce la marca con total descaro, vas al cine donde pagas por ver una película y la preceden varios anuncios. Esta inundación continua la hemos ido interiorizando de tal forma que nos lo hemos creído, por eso esperamos ver tras las uvas del 1 de enero el primer anuncio del año -¿por qué hacemos esto?-, y nos creemos que el producto que tiene un anuncio gracioso, llamativo o con un actor o actriz famoso, es por eso mejor que el que no puede pagarlo, como si el anunciante estudiara la calidad del producto y en razón a ello hiciera una mejor o peor campaña publicitaria.

Pero la noticia que ha hecho nacer este artículo es la apuesta publicitaria del Ayuntamiento de Madrid con el fin de recaudar unas perrillas. Para ello está cambiando el nombre de las estaciones del Metro, incorporándoles marcas publicitarias. Lo que nos faltaba. Así que, si vas a Madrid y estás un poco despistado, ahora, con más razón, porque las estaciones del Metro tienen nuevos nombres. Me pregunto si también cambiarán los edificios públicos: "Museo del Prado Dolce Gabbana", "Fuente de la Cibeles Coca-Cola"… Porque todo está en venta, todo por la pasta.

Después nos pasará lo que ya ocurre en otros sitios, que el Teatro donde se entregan los Oscar no tenía nombre, porque quebró la empresa patrocinadora, o los equipos de fútbol, baloncesto y demás que tienen nuevo nombre cada año, haciendo del despiste una forma de vida.

Hace varios años escuché al cantante Manolo García contar que él no llevaba ropa con la marca en el exterior, una opción personal. Me llamó la atención, aunque no reflexioné demasiado el tema. Hoy me acuerdo de él, porque me siento ahogada en un mar de nombres ajenos por todos los lados a los que miro.

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