Está claro que la capacidad de sorpresa de este Gobierno, no solo no se agota, sino que crece en su claro afán de incluir en las estructuras estatales una especie de dominio ideológico que les permita consolidarse en el poder tras ir eliminando los obstáculos institucionales que el modelo democrático sustenta y aún en el caso hipotético de salir hacia la oposición, mantener afinidades consolidadas en todos los niveles posibles de las administraciones. Y valga como muestra, en esta etapa post redondista, la declaración con tufillo totalitario y liquidador de la separación de poderes, hecha por el ministro de Presidencia respecto a la situación - anómala, sin duda - del CGPJ, pero que con manifestaciones como las suyas difícilmente propiciar el diálogo imprescindible para solucionarlo.

Con ello, en esta senda de distracción popular con lo accesorio o utópico para no profundizar en lo fundamental, ya tenemos la rotunda 'alergia' del presidente al debate parlamentario y su afición al "bla, bla, bla…" con auditorio seleccionado y sin preguntas que aunque el nuevo modelo propagandístico haya aumentado su presencia pública, de momento no muy bien aceptada, porque en evidencia el tacticismo por encima de la resolución de los problemas reales, lanzando consignas en positivo que refuerzan la ya sobredimensionada autoestima del personaje apuntándose, como propios, méritos que no le corresponden. No creo necesario hacer referencias de los mismos, pues están en la mente -aunque ya no vale la memoria al parecer- de todos. Y en esta estrategia a medio y largo plazo, de ideologización colectiva, no bastaba con la Ley Celáa, nos viene el sesteante Castell con la Nueva Ley de Universidades que para ser un negador de los valores de la memoria, hace uso de la suya para exponer preceptos inspirados en las veleidades del 68, como corresponde a un perfil ideológico de izquierdas formado en el elitismo universitario americano como el de Berkeley. Una ley, seguramente necesaria, pero según las instancias docentes, sin diálogo, consultas, ni negociación. Como también, se le acusa de "disminuir la participación democrática y la transparencia de órganos de gobierno" según opiniones, nada dudosas, de CCOO y la Coordinadora Representación Estudiantes de Universidades Públicas. A lo que se añaden: ambigüedad, dudas de financiación, precariedad laboral, eliminación del contratado doctor… sin olvidar, el correspondiente sesgo ideológico y la malévola propuesta de la firma de títulos. Se ve, como se expresa en alguna viñeta, que el Rey pueda y deba firmar indultos a sediciosos y no pueda hacerlo en los títulos universitarios. Por fin y para remate, proponer sustituir la memoria por internet, es situar a las futuras generaciones en la incultura. Pues la cultura es el capital que la memoria mantiene de aquello que vivimos y aprendimos, saliendo de ahí nuestra propia y personal biografía.

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