Ajuste fino

Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

La otra procesión y sus cofrades

HAY toda una intrahistoria en el escenario de las hermandades y la pasión popular que nos da una idea del valor de los milagros.

Con frecuencia se suele emparentar a la supuesta izquierda con el anticlericalismo y la oposición a la religiosidad popular. Sin embargo, el camino del Calvario está sembrado de ejemplos que demuestran lo contrario. Mario Jiménez, por ejemplo, tiene una estrecha relación con la Hermandad del Silencio de Sevilla. Precisamente con el Silencio, un político que tanto habla en su quehacer diario como látigo de infieles. Es más, a Mario se le atribuye un importante conocimiento del mundo cofrade, y ya el hecho de que su relación pasional esté en Sevilla demuestra que lejos de ser fariseo busca para hacer penitencia un lugar donde no haya mucha gente que le conozca.

La propia Petronila, presidenta hoy de la Diputación, firma con frecuencia convenios con colectivos cofrades apoyando sus actividades, purificando con esas dádivas lo que para sus adversarios pueden ser pecados políticos. Petronila patrocina con buen criterio la religiosidad popular.

Manuela Parralo, sin ir más lejos, acostumbra a frecuentar iglesias y asistir a besamanos, tiene buenas relaciones con el clero y vive las procesiones ya sea desde su condición de autoridad municipal -portavoz de la oposición- o feligresa llana a pie de calle, anónima y ajena al boato.

Y así podría seguir con una larga estela de compromisos cofrades de quienes en su vida política cotidiana parecen ajenos a la fe y son en realidad preclaros ejemplos. Porque, claro, nadie podría ser tan osado como para creer que están mintiendo.

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