¿Un problema con el agua?

En el meollo hablamos de modelos de desarrollo, de calidad de vida y de futuro ecológico

En la provincia de Huelva estábamos convencidos de que no teníamos ningún problema con el agua; las lluvias generosas de nuestra vertiente y nuestra propicia orografía así nos lo habían hecho pensar. Sin embargo, y en muy poco tiempo, ese convencimiento ha saltado por los aires. Ha sido la agricultura intensiva la que ha puesto en medio del tablero el debate y la necesidad: precisa agua sobrante de otras cuencas o acuíferos para garantizar un crecimiento sostenible de la producción. Y se ha instalado con tal intensidad "el problema" que ha hecho que un pueblo entero sea capaz de oponerse a una resolución en firme de un juzgado. La gravedad de lo que ha ocurrido la semana pasada debería hacernos mirar claramente hacia nuestro Condado y preguntarnos ¿pero qué ocurre aquí?

Llevamos unos años con una escalada incesante de acontecimientos relacionados con el agua, con la agricultura, con la sostenibilidad de Doñana, etc. Y por desgracia con actores y actrices incapaces de mediar. He escuchado prácticamente a todas las opciones políticas en ambos lados del debate, a favor del agua para el riego y también de respetar los acuíferos, manteniendo posiciones cogidas con pinzas para evitar el saldo electoral negativo. Pero claro, los problemas o se abordan o te persiguen, y a veces se han hecho enormes por el camino. Y creo que ahora, con lo ocurrido en Lucena del Puerto, la cuestión ha dejado de ser una pelea entre ecologistas y agricultores, para ser cosa de todos. Son muchos los intereses entremezclados y prácticamente toda la población la implicada, porque el agua es nuestra, y de los que vendrán, y la alteración de los equilibrios ecológicos nos afectarán por igual.

En la punta del iceberg hay dos posiciones enfrentadas, por un lado la actividad agraria vinculada con los frutos rojos y por otro las consecuencias que habrá de tener el uso de excedentes de agua y la sobreexplotación agraria en nuestro medio. Pero a nadie se le escapa que en el meollo hablamos de modelos de desarrollo, de calidad de vida y de futuro ecológico. Y esa discusión es el debate central de nuestra era, si este modo de vida es compatible o no con un futuro viable. Pero ¿cómo afrontarlo de manera positiva y valiente?, ¿cómo abrir al menos el debate para centrar las preguntas y buscar soluciones?, ¿quiénes podrían mediar, sin que tuviesen intereses económicos?, ¿cómo educarnos en sostenibilidad?... Difícil, muy difícil. Tanto como el problema que hemos creado.

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