Cuando un partido se mete en el lío de las primarias nunca sabe lo que puede pasar. Más aún cuando lo hace uno que jamás ha creído en las asambleas y que tiene en su ADN la aceptación de la cultura jerárquica. Por eso, los resultados de las elecciones del PP para elegir al sucesor de Mariano Rajoy se antojan más que entretenidos para el análisis. La cosa no está sólo en quién gane, sino en cómo lo haga y de la mano de quién.

En la provincia de Huelva, por ejemplo, lo importante no es que Soraya Sáenz de Santamaría haya sido la más votada. Todo el mundo sabía que la dirección provincial y andaluza se estaban afanando con dedicación en conseguir que así fuera. No extraña por tanto que en los feudos de Manuel Andrés González, Loles López o Carmelo Romero, por poner tres ejemplos, haya habido poca disidencia del discurso oficial. Tampoco que el cómputo final de sufragios otorgue una aplastante mayoría a la exvicepresidenta. Sin embargo, el partido no se jugaba tanto allí como aquí. Y aquí, en la capital, la dirección sigue sin enterarse de nada.

Por enésima vez desde las municipales de mayo de 2015, la militancia de Huelva capital ha vuelto a dejar bien claro que sus intereses poco tienen que ver con los de sus máximos dirigentes. El sorprendente y claro triunfo de los seguidores de los candidatos no oficiales -Casado y Cospedal- dejó un enorme poso de insatisfacción en la calle Alonso Sánchez el jueves por la noche. Alguna voz más alta que otra, alguna silla al suelo y algún rostro perdido se vieron en esa velada. Porque el palo es gordo, muy gordo, y deja claro por dónde van las lindes.

Manuel Andrés González salió el viernes a negar la mayor, a ningunear a sus críticos e incluso a poner en duda la existencia del movimiento articulado tras la reunión en El Comercial. Quizás sea cierto que lo desconoce pues sobre su mesa tiene desde hace meses una petición de reunión a la que no ha contestado. Da la impresión de que ha abdicado en la capital. Y eso ha hecho que Perico Rodri, Matías Conde, Carmen Céspedes, Ángel Sánchez o Berta Centeno se hayan quedado fuera del cónclave madrileño. Lean los nombres, yo no digo más.

González ha abdicado en un ausente David Toscano y en un Juan Carlos Duarte que cada vez que habla hace subir el precio del pan. El portavoz del partido es el encargado de gestionar el día a día en el Ayuntamiento y la Diputación y a la vista de lo que pinta el PP en ambos lugares no parece que se merezca un Nobel. Ese distanciamiento con las calles de alrededor de la sede se nota en cada convocatoria, discurso y reivindicación y en una estruendosa falta de estrategia política. Los críticos tuvieron el valor de salir a decirlo en voz alta, pero son muchos más los que comentan la jugada con palabras muy duras sotto voce, desolados e incrédulos.

El PP de Huelva afronta un año clave, casi el de su ser o no ser y el modo de hacerlo es alarmante. Un partido de gobierno y con su experiencia no puede permitirse ni mirar para otro lado ni actuar como una brigada político-social. Ha de velar por la unidad y el trabajo en equipo. Y ni lo uno ni lo otro parece que esté ni se le espere. Y si no que se lo digan a la candidata.

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