Disculpen si hoy parodio el título del libro de Gabriel García Márquez El general en su laberinto para enunciar esta columna. No es uno de sus mejores textos pero recomiendo su lectura y de toda su obra como novelista, articulista y autor diverso de creaciones memorables. Mi entrañable amigo y compañero, el gran escritor onubense Ricardo Bada, riguroso y notable crítico literario, advertía varios errores, alguno de fechas, en su prosa inconfundible. Estamos ante una biografía crepuscular del héroe de la independencia de diversos territorios sudamericanos del imperio español, Simón Bolivar. El autor presenta al mítico personaje en la encrucijada apocalíptica de la aventura agónica en los últimos meses de su vida, víctima irredenta de sus aflicciones políticas y de la fatídica enfermedad que padece y oculta. Me parece, no obstante, que la más cabal biografía del libertador está por escribir.

Viene a mi memoria el libro, apasionante, como toda la narrativa del Premio Nobel colombiano, al considerar la compleja situación económica en que nos vemos sumidos y los acontecimientos de nuestra actualidad política que vive perspectivas desalentadoras y alarmantes. Los sucesos desencadenados en España en los últimos tiempos han desembocado en esa escalofriante declaración del propio presidente reconociendo "un fallo en la seguridad de las comunicaciones del Gobierno". No es de recibo una manifestación de tan extraordinaria gravedad cuando el CNI había advertido al presidente desde 2019 del incremento de ataques con Pegasus y el ministro Marlaska participara en una reunión de sus homólogos de la UE en Luxemburgo el 8 de junio de 1921 con su móvil ya pinchado. Cuando menos debieron tomarse unas medidas de refuerzo de la ciberseguridad y la adopción de unas normas para proteger la seguridad del país. Estas vicisitudes telefónicas que han llenado de dudas e interrogantes el ámbito político y social, no del todo aclaradas y hasta cierto punto confusas, han dejado un triste balance: la destitución de la competente directora del CNI y la decepcionante actuación de la ministra de Defensa. Es, sin duda, una más de esa serie de liquidaciones de las instituciones perpetradas por el presidente como seguimiento de un proceso en el que le han metido sus socios de gobierno en su denodado empeño de desestabilización del Estado de Derecho. La destitución de la directora del CNI con el pretexto del espionaje, nunca más que justificado sobre el independentismo catalán, es otra de esas arteras maniobras para debilitar al Ejecutivo y descomponer sus estructuras fundamentales. Incompetencia y división de un gobierno de coalición en el que el mediador Bolaños es uno de sus más significativos y nefastos referentes de la mediocridad que nos gobierna. No obstante nuestros gobernantes, unos y otros, siempre encontrarán instrumentos disuasorios que traten de alejar la atención popular de los más acuciantes problemas.

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