Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La pose negacionista

El negacionismo es un comportamiento humano que consiste en dar la espalda a la realidad. La Tierra es plana. Las especies no evolucionan, y por supuesto la especie humana fue creada tal cual es hoy: primero un tipo erguido y un buen salvaje, y después, de su costilla, una compañera algo lianta. El Holocausto y la Solución Final nazi son un invento de los judíos, una gran exageración difundida por el sionismo. El sida tampoco existía y, cuando comenzó a matar a millones de personas, los negacionistas del ramo lo atribuyeron a un castigo divino a los sodomitas. El cambio climático es cosa de ecologistas barbudos y anticapitalistas, y en todo caso, si concedemos que existe, porque ya la pose no se sostiene y hasta ofende, se niega que los humanos tengamos nada que ver en ese asunto, no importa lo que diga el casi 100% de los científicos. Las vacunas son una forma de dominación de las farmacéuticas, cuyas logias se reúnen como los plutócratas de Eyes Wide Shut para conjurarse y comerse de paso a unos pocos de niños entre casquete y casquete. La violencia de género es otro artefacto manipulador, en este caso de las feministas. Las evidencias se las pasa el negacionista por el forro de su ceguera. Al negacionista le encanta su ceguera, la ostenta incluso, hace de ella un atractivo personal, y hasta un negocio. Si dejamos de lado al palurdo amontunado, el que niega la evidencia suele ser un fanático religioso bien pastoreado por sus titiriteros, un egoísta o alguien que se defiende de la inestabilidad ante verdades incómodas. Pero hay otro tipo.

El negacionista pandémico es un émulo de barrio de Trump y Bolsonaro (cuyos contagios de coronavirus tienen toda la pinta de una mentira, y llámenme negacionista de los fantoches). De hecho, los negacionistas de pandemia que uno se topa son trumpistas, porque lo que en el fondo les pasa es que están faltos de atención y cariño, quizá desde chiquititos, y se han enganchado a ser contrariosos, que no escépticos ni críticos: lo tienen todo muy claro sobre esta pamema del virus. Todo esto es una forma de dominación y sometimiento orwelliano para la que se han confabulado todos los dirigentes de todos los países del mundo con todos sus médicos y todas sus muelas, hombre ya. Al negacionista del bloque de al lado se le contagió la mujer y un hijo, y estuvo cagado de miedo dos semanas, pero resucitó y volvió a repetir a las claras y sin mascarilla que esto es un queo. No pudo ver a su madre morir; tampoco ya muerta. Porque unos tipos malos se lo impidieron. A por ellos.

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