La otra orilla

#525 de política

Ya va siendo hora de encontrar un rumbo propio; es la mejor celebración que podemos desear, alejada de los fastos

Desde que los españoles nos dimos cuenta de la riqueza que podíamos esquilmar de América Latina, este continente ha estado viviendo las políticas que las metrópolis consideraban más adecuadas para sus intereses egoístas. Así hemos estado viendo cómo en la época de la conquista, la cruz y la espada se imponían desde el ordeno y mando de los gobernantes españoles. La independencia del continente trajo consigo políticas ilustradas que duraron lo que un caramelo a la puerta de un colegio, una vez que el vecino del norte se diera cuenta de las posibilidades que Latinoamérica les ofrecía, y así llegaron las distintas dictaduras que sumieron en la pobreza, bajo la atenta y consentidora mirada de los EE UU, a las poblaciones de los distintos países que conforman la Matria Grande, mientras los sátrapas locales, los norteamericanos y demás poderes fácticos se enriquecían con el dolor de la gente. Vinieron las revoluciones y el intervencionismo.

Las políticas económicas, las desapariciones, las ejecuciones, las dictaduras, el terror dejaron un poso de desesperanza en una población que veía con estupor cómo sus riquezas: el café, el azúcar, el petróleo… desaparecían sin dejar un rastro de mejora en sus condiciones de vida. Y así seguimos sin permitir que América Latina ejecute su propia manera de resolver los problemas: el bloqueo de Cuba, la contrarrevolución en Nicaragua, el desabastecimiento en Venezuela, los escuadrones de la muerte en El Salvador, los pseudogolpes de estado en el Brasil de Lula o en el Paraguay de Lugo… Son ejemplos de cómo políticas que podían haber acabado con la pobreza son eliminadas por los mercados y sus adláteres. Y seguimos queriendo controlar la forma de vida de argentinos, peruanos, venezolanos, bolivianos, nicaragüenses, uruguayos, paraguayos… No permitimos que alcancen la mayoría de edad como si lo que sus gobernantes hacen fuese peor que lo que nos hacen soportar los Rajoy y los Trump de turno…

Quinientos veinticinco años sin poder llevar a cabo políticas regeneradoras propias. Quinientos veinticinco años de tutelaje político. Quinientos veinticinco años de esquilmación. Ya va siendo hora de encontrar un rumbo propio. Es la mejor celebración que podemos desear, alejada de los fastos épicos, de carabelas y descubrimientos. América Latina necesita caminar sola desde unas políticas propias que permitan el desarrollo de la justicia social, de una mayor solidaridad, de una revolución de la esperanza.

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