¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La pistola de Larra

La memoria histórica se queda para la II República, la Guerra Civil y el Franquismo; todo lo demás se condena al olvido

Dado que debido a la escasez de personal está cerrada la sala donde se encuentra la pistola con la que Larra se levantó la tapa de los sesos, de la visita que realizamos al Museo del Romanticismo nos quedamos con un retrato que representa a Isabel II niña estudiando geografía, de Vicente López Portaña. Así, rodeados de globos terráqueos y mapas, pondríamos a empollar a los informadores que estos días han confundido en los telediarios a la isla de La Palma con Las Palmas o Palma, que son los mismos que dicen Ginés en vez de Gines o leen sherez o shiménez cuando alguien escribe Xerez o Ximenez. En España andaremos sobrados de memoria histórica, pero en lo tocante a la geográfica nos merecemos uno de esos ceros patateros que a Aznar tanto le gustaban. Hemos pasado del hermoso recitado de ríos, afluentes, valles, provincias y cordilleras de los escolares de antaño a tener que recurrir a Google para saber dónde desemboca el Tajo.

En vez del susodicho cuadro de López Portaña podríamos haber escogido otra obra de este Museo en el que se representa el eufórico recibimiento que el pueblo de Madrid le dispensó al Ejército tras la Guerra de África de 1859-1860 -esa en la que los catalanes se batieron como jabatos bajo la rojigualda y el sable de Prim-, pero algunos detalles del lienzo, como el de un maniquí caracterizado de moro ahorcado con gran regocijo patriótico de la chusma, no lo hacían muy recomendable en estos tiempos tan susceptibles que nos han tocado vivir. Además, quién sabe ya donde está Tetuán y quiénes eran Alarcón, Ros de Olano, O'Donnell y todos esos próceres románticos que parieron el Estado y forjaron la nación española tal como la conocemos hoy. En España, mucho nos tememos, la memoria histórica se queda para la II República, la Guerra Civil y el Franquismo, y todo lo demás se condena al olvido, no vaya a ser que alguien se dé cuenta de que la nación la engendraron los que acabaron con los privilegios de castas y territorios que ahora Podemos y sus terminales intelectuales quieren reinstaurar.

El Museo del Romanticismo de Madrid nos recuerda el doloroso parto de la nación española, con sus conspiradores carlistas, sus duques románticos, sus reinas cachondas, sus generales progresistas y sus bandoleros heridos de muerte. Quizás por eso, por lo que de memoria histórica tiene, lo mantienen a medio gas, sin personal y con la pistola de Larra clausurada. Al bedel le faltó decir: "Vuelva usted mañana".

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