Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Os han pillado

Los últimos arrebatos contra los andaluces traslucen que hay muchos que nos tienen envidia por saber vivir bien

En eso sí que puedo darles lecciones. Me he pasado la vida en medio de justificaciones sobre mi origen, viendo cómo la gente daba un paso atrás cada vez que les decía que vengo de Bilbao o, una vez que me conocían y después de un par de cañas, escuchar aquello de "es vasco, pero de los buenos". En fin, que sé de lo que hablo. También porque llevo entre ustedes más de dos décadas y decidí compartir mi vida con una de vosotros, que me regaló familia y amigos. Por eso entiendo que les entren ganas de mentar a los antepasados de más de uno que, en episodios epidémicos como los que nos han tocado ahora, se arropen en el pretendido derecho de criticar su acento, sus costumbres y su manera de entender la vida.

Lo que más me alucina no son las idioteces de cargos de uno u otro partido. Para eso están, para decir lo primero que se les ocurra y para dejarnos asustados durante días. No me importa que a los niños se les llame tontos, analfabetos y, como decía en este mismo espacio Juan Manuel Marqués, se haga extensivo a sus padres que votan lo que votan. Tampoco que paseen su desconocimiento tan atroz sobre lo que aquí se hace. Miren, les voy a contar una: mi padre tuvo la ocasión de visitar Jaén en pleno julio. De hablar poco pero certero, su filosofía rural salió a pasear poco después de una siesta cuando los cuarenta grados parecían un alivio: "¿Cómo puede la gente vivir aquí?" nos soltó. La pretendida vagancia quedaba fulminada por alguien que ejerció de vasco que admiró a quienes han levantado una tierra en semejantes condiciones. Los vi yo mismo en Almería. Alguien me dijo que no entendía cómo a la una de la tarde no había nadie trabajando en los invernaderos; paré mi viejo Ford Fiesta y hablé con un paisano para que nos dejara asomarnos a uno. Más de 50 grados le hicieron estar callado buena parte del día y después escribió un artículo en el que alababa el tesón de quienes tienen que soportarlo.

Además, no entiendo de qué protestan. "Rebujito, playita y gambas" es la última de un amargado que antes se pasaba de azul y ahora se cuelga de morado. Bueno ¿y qué? Vale, tío, nos has pillado. Aquí a la gente le gusta estar en la orilla del mar, con una cerveza en la mano y disfrutar de la vida. Siempre dije que en el País Vasco tenemos más dinero, pero que aquí la gente vive mejor. Estoy dispuesto a tatuármelo porque es una verdad como un templo. Los andaluces nos dan lecciones diarias y creo que, al final, lo que nos tienen es envidia.

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