A nda el Papa Francisco empeñado en eliminar de la Iglesia la terrible lacra de la pederastia y los abusos sexuales. Ha ordenado que las distintas Conferencias Episcopales investiguen las denuncias y colaboren con las víctimas y la justicia en el esclarecimiento de los hechos.

La pederastia no es el único problema que tiene la Iglesia, podemos hablar de la situación de la mujer en la misma, sin acceso a los cargos de poder, del matrimonio homosexual o del celibato sacerdotal, pero sí es el más sangrante. En Europa distintas Conferencias Episcopales se han puesto las pilas en la investigación de la pederastia. En Alemania, Francia o Portugal, la Iglesia ha impulsado comisiones de investigación. No ocurre lo mismo en España.

En nuestro país los obispos han callado o han dejado correr las denuncias. Es cosa del pasado y a otra cosa mariposa. Sólo el obispado de Madrid ha instado, a través de un vídeo, a que se investigue. "Que no haya denuncias no significa que no existan los abusos" se dice en el vídeo. Algunas órdenes religiosas, como los Maristas, han perdido perdón y han comenzado a investigar. Pero llama la atención el silencio de los demás obispos, incluido el silencio del obispo de Huelva. Nuestra diócesis tan mariana, tan rociera y tan devota de la Semana Santa guarda un clamoroso silencio que retumba en los oídos.

Parece que el Congreso va a crear una comisión para investigar esos abusos, y sería bueno que la Iglesia española participase en la misma y abriera las puertas y ventanas para que entrara el aire limpio del Evangelio, de ese Evangelio en el que Jesús decía aquello de que el que escandalice a uno de estos pequeños más le vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino y lo arrojen al mar. El Dios de Jesús es un Dios misericordioso, justo y amoroso.

La iglesia no puede ignorar a las víctimas, debe limpiar tanto dolor, debe acoger y abrazar el dolor humano y convertirlo en esperanza, si no lo hace estará traicionando el mensaje de Jesús y tendremos que coincidir con el poeta chileno Nicanor Parra cuando decía que el mensaje de Cristo era tan humano y revolucionario que hubo que crear una Iglesia para desmontarlo. Que así no sea.

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