El balcón

Ignacio / Martínez

Un pícaro moderno

LA del pequeño Nicolás es una historia de novela. De novela picaresca, en la mejor tradición española. Un genuino y auténtico producto nacional, heredero de los Honofres, Marcos, Pablos, Guzmanes, Estebanillos, Rinconetes o Cortadillos, que ahora suma su nombre al de este glorioso elenco. Se trata de gente poco acostumbrada al trabajo, que vive de su habilidad para engatusar a incautos.

Al llamado pequeño Nicolás le detuvieron cuando se dirigía a la cita con un empresario al que había sacado 15.000 euros por un favor inexistente y se disponía a sacarle 10.000 más con la presión de un falso informe del CNI sobre la situación económica de su esposa. Los pícaros no son sólo producto de la imaginación de Cervantes o Quevedo, están también en la realidad diaria, en el ADN del español contemporáneo.

Con la vida y milagros este joven, que ha hecho una fulgurante carrera de meritorio en los aledaños del poder en la Villa y Corte, se actualiza el género de la picaresca: quedan en evidencia las instituciones degradadas de una España que hace tiempo abandonó sus rutas imperiales. Se repite el esquema. Un ambiente de decadencia económica y moral, en un país en el que el dinero se gastaba a manos llenas sin control. Y un joven dispuesto a lo que haga falta para escalar en la esfera social, menos a esforzarse y trabajar.

Literariamente, el pícaro no es exactamente un criminal, aunque se relacione con gente de mal vivir, alguno de ellos bastante poderoso. Tiene muy pocos escrúpulos y muy poca vergüenza, aunque es simpático de natural, en particular con quien puede hacerle más fácil la vida. Su ocupación normal es la de servir a otro o servirse de otros, hurta pero no roba, y es astuto e ingenioso. Ese es el exacto retrato de nuestro pícaro.

A Nicolás le intervino el teléfono el Centro Nacional de Inteligencia; se supone que con el visto bueno de un juez del Tribunal Supremo. Pero para que eso ocurra tiene que tratarse de un asunto grave para la seguridad nacional, de ahí que haya dejado en evidencia a los espías del Reino de España. Por ahora sólo puede ser acusado de suplantación, falsedad y estafa, delitos que poca relación guardan con la seguridad del Estado.

Negociaba un préstamo de millones de dólares con un banco de Guinea, para el que disponía del aval de un empresario. Tenía fotos con el Rey, Rajoy, Aznar, Ana Botella y una larga lista de poderosos personajes del PP, incluido un secretario de Estado con el que se tomaba muchas confianzas. Decía pertenecer al Gabinete de la vicepresidenta del Gobierno y ser el enlace con la Casa Real. Se atribuía encargos de Estado en relación con el caso Pujol, la secesión catalana, el procesamiento de la Infanta Cristina en el caso Nóos y un largo etcétera. Y no era más que un pobre muchacho con mucha labia y bastante imaginación. El mal llamado pequeño Nicolás es en realidad el pícaro Nicolás, heredero de una rancia tradición nacional.

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