Crónica Personal

Pilar / cernuda

La peor cara del fútbol

SI quieren, pueden. Si los presidentes de los clubes de fútbol quieren erradicar la violencia, cuentan con los medios para hacerlo. Lo hizo el Barça y lo hizo el Real Madrid, pero la mayoría de los clubes miran hacia otro lado cuando se producen escenas de violencia extrema y de pánico en los aledaños de sus estadios. Y, como sucede ahora cuando ha muerto un seguidor del Dépor, indican que se trata de peleas que no tienen nada que ver con el fútbol. Vaya si tienen que ver: esos grupos de violencia salvaje, visceral, de consecuencias trágicas, viven a cobijo de los clubes..

Son responsables los clubes de lo que ocurre porque alientan el fanatismo económicamente: ponen entradas a disposición de los grupos de apoyo que con el tiempo se han convertido en auténticas y peligrosas bandas callejeras, les ayudan a sufragar sus gastos de transporte, incluso les ceden espacios para sus reuniones y guardar sus banderas. Sabiendo que se trata en muchos casos de seguidores que han cometido con frecuencia actos delictivos y cuentan con historial policial, como algunos de los detenidos tras la pelea que provocó la muerte de Romero Taboada, que también era conocido por la Policía de La Coruña.

Estos grupos mantienen una actividad absolutamente ajena al fair play que debe haber en el deporte. Al contrario, el origen de su violencia se encuentra en el fanatismo deportivo, en una pasión mal encauzada hacia un equipo determinado. Frente a esas bandas que no se reprimen ante el asesinato -una vergüenza que en el Calderón se jaleara a los asesinos de Romero en pleno partido contra el Deportivo- la respuesta de los directivos de los clubes debe ser contundente, expeditiva. Como se ha hecho en algunos países de Europa con hooligans que han cometido toda clase de atrocidades.

Las fuerzas del orden les hacen un seguimiento continuo, pero las bandas, que lo saben, buscan argucias para escapar a sus controles. Huyen de las redes sociales, se convocan con mensajes de móviles, y en este caso en el que los del Dépor y del Atlético habían concertado un encuentro para pelearse a muerte los coruñeses se desplazaron a Lugo para coger el autobús que les transportaría a Madrid. Por cierto ¿Quién costeó esos autobuses? Seguramente hubo ayuda de los clubes, como ocurre habitualmente.

La justicia debe ser implacable con esta gente. Pero también debe serlo con los clubes que potencian a estos jóvenes Lo que se necesita es voluntad para desarticularlos.

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