Tenía que pasar

No hay más remedio que militarizar la frontera y revisar el tratamiento de la inmigración ilegal

En Ceuta, Melilla, Canarias o Perejil, Marruecos lleva décadas jugando con la tensión de un modo que Maquiavelo hubiese aprobado y admirado. Y eso sin necesidad de hablar del 11-M… Un país que en cualquier dimensión que se elija -excepto quizá ya, mucho ojo, en la militar -está tan por debajo de España, rodeado de enemigos y necesitado del tránsito por territorio español para simplemente sobrevivir, es capaz, cada vez que lo juzga conveniente, de provocarnos crisis que nos ponen ante nuestra realidad de Estado incapaz de hacer respetar sus fronteras terrestres o marítimas.

Sinceramente, me hubiera parecido muy bien arrostrar el riesgo de una reacción marroquí -y propiciar una respuesta tan contundente como proporcionada- si esta se hubiera producido por la defensa de cualquiera de los múltiples intereses españoles que nuestros queridos vecinos llevan años pisoteando: la pesca, ya olvidada a base de haber liquidado todo un sector de la economía andaluza; las aguas territoriales canarias, usurpadas sin la menor protesta española; el futuro de Ceuta y Melilla, sometido a innumerables maniobras de presión política, social y económica hasta el punto de no poder hacerse presente en ellas ni el mismo Rey; el juego criminal con la inmigración ilegal, que al menos, eso sí, nos sirve a los españoles para descubrir en un minuto de conversación a los tontos que llenan este pobre país… Pero no, para irritar al moro se ha elegido algo que ningún beneficio ni próximo ni remoto puede reportarnos: acoger y dar trato sanitario VIP, en un país en que han muerto decenas de miles de compatriotas sin atención, a un criminal acusado ante la justicia española, entre otros delitos, de violación, asesinato, terrorismo, torturas y desapariciones. Además, líder de un movimiento títere de Argelia que, por más que sus reivindicaciones frente a Marruecos puedan tener legitimidad, fue profundamente desleal con España. La presencia podemita en el Gobierno y sus servidumbres ideológicas comienzan a tener consecuencias tan impensadas como demenciales.

De momento, como ha reclamado Abascal, no queda más remedio que militarizar las fronteras de Ceuta y Melilla, pero es urgente revisar el tratamiento de la inmigración ilegal porque es intolerable seguir ofreciendo ese instrumento de desestabilización a un Gobierno como el marroquí. Y olvidarnos de una maldita vez del Polisario.

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