¿Qué pasa?

Los males de la democracia se curan con más democracia, pero de la griega sólo queda el teatro

Piarece que fue Pericles, en el Siglo de Oro ateniense, quien defendió y trabajó para educar a través del teatro. Le ayudó a implicar al pueblo llano en la toma de decisiones, trabajó por la igualdad ante la ley, creó jurados populares… Gracias a aquellas representaciones teatrales, se fue consolidando el significado y valor de la democracia. Tan impensable sería, en aquella Atenas, romper con ligereza el equilibrio establecido, como insólito, para los atenienses, atentar contra la democracia.

En la actualidad, y en una sociedad consolidada democráticamente, seguimos disfrutando con espectáculos musicales, circenses, cómicos… Algunos repetidos con frecuencia para gozo de los aficionados; mientras otros, en cambio, se representan muy de tarde en tarde y poco puede disfrutarse de los mismos. De todas formas, cualquier espectáculo implica una llamada de atención para el espectador, que no suele responder con indiferencia ante ellos.

Hace unos días tuvo lugar un espectáculo sin nombre conocido que, por los comentarios conseguidos, parece que toda España ha sido testigo del mismo. Los griegos no tenían televisión que reflejase lo que se hace o lo que se dice, pero nosotros sí y, claro, no siempre conviene que se hagan públicas y llegue a todo el país algunas de las execrables manifestaciones vertidas que dañan, no ya a su autor o autora, sino a la democracia misma.

Son tan lamentablemente conocidas, por su vulgaridad y ordinariez concentradas, las declaraciones y expresiones que "vomitan" los "señores diputados y diputadas" en el Congreso, que ya pongo en duda si se trata de teatro o de democracia. De lo que sí estoy segura es que, al contrario que los griegos, las dos opciones son intrínsecamente contradictorias.

No, no dudo qué concepto de democracia tiene Pablo Casado, soltando ese "¿Qué coño tiene que pasar?", eso ya se imagina. Se ha retratado solito y, por las risas conseguidas, también sus compis. Escalofrío da pensar que el lenguaje en los debates (en las Cortes Generales, no en la taberna de al lado) es cada vez más repulsivo, más inaceptable…: Se acusa de bruja a una diputada, de gilipollas a otro, mandan a la mierda a un compañero … Este es el nivel ¿Cómo le pedimos a nuestros hijos que se respete a los demás? ¿Qué está pasando? ¿Son las redes sociales o el personal que ignora las formas?

Dicen que los males de la democracia se curan con más democracia, pero de aquella idealizada democracia griega, lo único que queda es el teatro (y del malo).

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