Hay diferentes tipos de personas en función de su reacción ante las adversidades: están las que las analizan, las encaran y ponen medios de recuperación y, por otra parte, las que ni saben ni quieren hacerle frente a los infortunios, ya sea por comodidad, cobardía o ambas cosas, y optan entonces por no saber, no ver, no actuar… Podría señalarse también un tercer grupo compuesto por los que no se complican la vida y, si llegan a verlo necesario, fingen una preocupación, de la que carecen, y emplean todas las técnicas dramáticas que conocen hasta conseguir parecer sensibilizadas ante cualquier asunto. Se trata de una forma más de indiferencia y tiene denominación de origen. Son los nopasanada.

Resulta que casi un año y medio después de anunciarse la pandemia, ahora se contabiliza una incidencia acumulada que supera la barrera de los 500 casos por cada 100.000 habitantes. En los jóvenes de 20 a 29 años se triplica este valor y despuntan los 1.500 casos. Los nopasanada son aquellos que teniendo fundadas razones para asegurar que el virus sigue con nosotros, se meten en una caravana hacia las playas, por ejemplo, en un 18 de julio (de cuya conmemoración no quiero acordarme), y con los preparativos suficientes para "disfrutar" de una playa saturada de personal donde se reúnen no decenas, sino centenares de personas sin mascarilla, por supuesto, pero también sin precauciones ni preocupaciones, porque tienen claro que la mejor vacuna consiste en no pensar.

Contar con un 48% de personas vacunadas supone (erróneamente) para los nopasanada la única modalidad de prevención, aunque siga aumentando el número de contagios con cepa británica, o sudafricana, o como quiera llamarse. Cataluña o Canarias, por ejemplo, que solicitan toque de queda (¡qué ilegal, diría el Tribunal Constitucional) y cierre de playas, sigue llenando sus chiringuitos con la misma velocidad que se llenan las copas en los botellones y teniendo como himno el Vivir mi vida de Marc Anthony: "Voy a reír, voy a gozar, vivir mi vida la,la,la…" pero en el más puro y destructivo "estilo Ayuso": lo primero es el consumo.

Lo peor de todo es que entre las reacciones provocadas ante la pandemia no existe el término medio. Cualquier medida preventiva se pone en duda y únicamente se conocen dos respuestas: ignorarla u obsesionarse con ella. Dudo cuál hace más daño. Sólo se me ocurre entonar ese especie de himno que compuso Rosana, Sin Miedo, ese que avisa que "lo malo se nos va volviendo nuevo".

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