Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Poco os pasa

El papel de los partidos se subordina a la cuota de pantalla; no conocen ni a sus afiliados, ni a casi nadie

En mi declarada, convencida y vilipendiada convicción abstencionista, siempre he salvado dos tipos de personas. La primera son los jefes de prensa de los respectivos partidos políticos -no importa su ubicación- héroes del comunicado que intentan, tratan y a veces consiguen dar un atisbo de dignidad a intervenciones que no tienen ni la altura política, ni tan siquiera intelectual para figurar en parte alguna. Son profesionales que deben poner cara de resignación aunque, en el fondo, saben nada más mirarte, que ni te interesa lo que te están contando ni, por supuesto, te crees una palabra de lo que dicen.

Los segundos son los militantes, personas que se dejan una buena parte de su tiempo en algo en lo que creen; o al menos creían. Quiero decir que eso era cuando despertábamos a esto de la contienda política, cuando era simplemente una manera de entender la vida y la sociedad y no una manera de sacudir a quien no piense como tú. Eso es lo que más detesto de esos jóvenes cachorros de cada uno de los partidos, sencillamente, porque no lo entiendo. Son la primera generación de este país que nace sin miedo y cuando no llegan ni a la treintena, son capaces de llamar fachas y rojos a quienes se pongan por delante.

Sin embargo, me levantan un sentimiento de ternura. Su papel se viene literalmente al mismísimo carajo cuando las élites de su partido juegan a lo único que saben, que es a pretender ganar votos y colocan a un famosete de cualquier disciplina, al frente de una candidatura porque tiene tirón. Curiosamente, esto suele ser dicho por quien no ha conocido la victoria en unas elecciones, ni hay peligro de ello. La mediocridad pasa por encima de la devoción, de aquel que se ha dejado la garganta soltando mítines donde no llega ni el frío, la saliva pegando sobres y las suelas de los zapatos yendo de sitio en sitio para convencer a alguien que les dé un votillo por el amor de dios.

Lo peor de todo es que les da igual. La cuota de pantalla es lo único que tienen en su horizonte. Jamás un proyecto no sectario cruzó por su cabeza, un acuerdo con quienes no piensan igual por el bien de la mayoría, un respaldo a una buena medida que venga de otro lugar, una petición de ayuda para conseguir un beneficio común. La nada más absoluta, el vacío más desalentador y un panorama que dan ganas de echar a correr. Seguirán haciéndolo hasta que, lo vuelvo a repetir, la próxima vez que nos llamen para participar en este circo, nos plantemos y no vayan ni los que componen la lista electoral. No, mejor no; terminarán haciéndolo obligatorio.

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