El partido del voto inútil

¿No recuerdan ya cuando eran ustedes los motejados de fascistas, de antidemocráticos y de ultras?

Escribo estas líneas bajo la profunda impresión de la estupidez instalada en la cúpula del partido que se supone tiene la responsabilidad de articular una mayoría suficiente para desalojar al peor presidente de un Gobierno español desde la Guerra Civil. Un partido al que voté durante muchos años y al que ayudé en lo que podía, porque era de justicia, en entornos andaluces nada favorables cuando sobre él se extendía el cerco que ahora el mismo PP intenta organizar sobre Vox. ¿Ya no se acuerdan, señoritos del PP, cuando no podían pisar ustedes una universidad andaluza ni prácticamente la calle, cuando mendigaban reuniones discretas con profesores, con intelectuales o científicos? ¿No recuerdan ya cuando eran ustedes los motejados de fascistas, de antidemocráticos, de ultras y demás lindezas?

Cualquiera puede entender que el PP y sus socios europeos deseen defender su espacio político en Castilla y León, en España y en Europa frente a la irrupción de los nuevos partidos y liderazgos que les están comiendo el terreno. Mas, de ahí a hacer imposible la única alternativa viable al predominio político y cultural de una izquierda entregada al extremismo, al desbordamiento constitucional y a la degradación de todas las instituciones, debería haber mucho trecho. Un trecho que está a punto de recorrer Pablo Casado en medio del pasmo de sus votantes (más del 70% de ellos en Castilla y León quieren el gobierno con Vox), de sus militantes y de muchos de sus dirigentes que saben bien que, tras la absoluta descomposición de Ciudadanos, no queda otra solución razonable que ensayar acuerdos con Vox. Castilla y León ofrece, precisamente, un marco excepcional para esa gimnasia preparatoria de lo que inevitablemente vendrá en Andalucía, en las municipales y en las generales. Es una comunidad nada conflictiva, poco visible excepto en circunstancias excepcionales, que permitiría pulir aristas, marcar prioridades y, hasta si se quiere, perfilar esas líneas rojas que, quién iba a sospecharlo, tanto le gustan a un PP que siempre las ha más bien sufrido.

En Vox, superando la perplejidad por la estupidez pepera, se relamen ante esta deriva suicida de Casado que abre en canal a su electorado y convierte el voto al PP, paradigma del voto útil, en perfectamente inútil. Pensando en Andalucía, el hundimiento sin remedio de Ciudadanos y la idiocia de Casado crean un mar de incertidumbre que mucho electores resolverán por la vía de la papeleta verde. Increíble tanta torpeza.

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