Activemos un poco la imaginación en clave de ciencia ficción y visualicemos una nave espacial tripulada por seres con capacidades similares a las de los humanos. Es la primera vez que se acercan a nuestro planeta y su misión es investigar si hay vida en él y, en ese caso, describirla. Llegan por la tarde, cuando se sale a los balcones, nos descubren y después de fotografiarnos y grabarnos vuelven a su lugar de origen. ¿Cómo creen que sería el informe que presentarían a su vuelta? Pues reflejaría, muy probablemente que los humanos somos gente alegre, que se divierte y que, al parecer, no tiene mucho problema. Eso sí, a lo mejor contendría la extraña vaciedad de las calles. ¿Qué lejos de la realidad, verdad, cuando lo que está ocurriendo aquí es toda una tragedia, un auténtico desastre humano, económico y social? Por supuesto que tenemos razones para aplaudir a tantos que están poniendo lo mejor de sí mismos en esta terrible coyuntura: sanitarios, policías, guardias civiles, Ejército, transportistas, agricultores, cajeras, personal de limpieza… y muchos más, quienes no deberían ser héroes ni mártires, sino profesionales que hacen muy bien su trabajo y nada más, porque cuentan con las condiciones necesarias para no correr riesgos de ningún tipo o, por lo menos, para que esos fueran muy reducidos. Pero no, se les ha puesto a cuerpo descubierto ante un virus altamente contagioso, lo que se ha traducido en infecciones y muertes. Claro está que también tenemos que darnos ánimo unos a otros para no caer en desesperanzas que no resuelven nada, lo que no quita que alguna vez las emociones afloren, nuestros rostros reflejen tristeza o se nos escape alguna lágrima. Asimismo, igualmente hemos de ser columnas seguras para los niños, para que no sientan angustia; para esos adolescentes y jóvenes camino de una adultez y de una ubicación en la vida, para que no perciban un futuro catastrófico; y lo mismo para los más mayores y vulnerables, cuya fragilidad en nada los anula como personas que merecen todo el respeto y consideración. Pero, por favor, que pare la fiesta que algunos muestran, porque no hay ningún motivo para ella; han muerto muchas personas, hay familias destrozadas por las pérdidas y por cómo han sido, enfermos sumidos en la incertidumbre, personas con graves problemas económicos y más que se sumarán… El Gobierno de Sánchez e Iglesias prefiere vernos con fiesta para que no pensemos en sus errores e irresponsabilidades. No les demos esa satisfacción.
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