No es país para mujeres, ni para jóvenes

Tenemos el dudoso honor de ser el país de la Unión Europea donde más ha crecido el paro femenino

La pandemia y nuestro desastroso mercado laboral se ceban con las mujeres trabajadoras y con la población más joven. Tenemos el dudoso honor de ser el país de la Unión Europea donde más ha crecido el paro femenino desde el año 2020; ya más del 58% de las personas desempleadas en este país son mujeres. Y tenemos la espantosa "mochila" de que la gente que quiere empezar su vida laboral, hay un 40 % de desempleo joven en este país, no puede hacerlo. Laboralmente España no es país para mujeres, ni para jóvenes.

Más allá de lo que ocurra con la Covid-19, los números macroeconómicos indican que hemos entrado en una recesión mundial que va a generar más desempleo y por lo tanto más vulnerabilidad. Ante esa realidad tan poco halagüeña la gobernanza en nuestras instituciones no se sitúa a la altura de las circunstancias, campa nuevamente el desconcierto y el continuismo, y eso genera desconfianza en que podamos aprovechar este crack mundial para cambiar un sistema capitalista envejecido. Y la política laboral sigue esa tónica. Salvando los ERTE como medida paliativa, que a mi juicio ha sido un fantástico salvavidas para ganar tiempo, no hay ningún otro plan a corto plazo. Por ejemplo, las políticas activas de empleo de la Junta de Andalucía han vuelto a ser las mismas que hace 21 años, los recursos siguen anclados en acompañar procesos lineales de personas que tienen realidades mucho más complejas. De la misma manera la contra-reforma laboral tan traída por PP y PSOE sigue sin salir a la luz, y ya ni se la espera, todas las innovaciones se quedan en "globos sonda", y se esfuman.

Es el momento de ser valientes y ensayar nuevas fórmulas. Se ha hablado de reducir la jornada laboral para compartir el empleo, quizás sea el momento de hacerlo, a ver qué tal. También deberíamos regularizar laboralmente los miles de migrantes laborales del agro, para humanizar su trabajo y sumarlos a una actividad económica regular. Y por qué no invertir dinero público para mejorar las cotizaciones de aquellas trabajadoras que se dedican al empleo doméstico, incluiríamos laboralmente a las miles de mujeres desempleadas que permiten al resto de familias seguir trabajando. Y cómo no se nos ocurre "malgastar" el dinero público en empleos directos que mejoren, por ejemplo, nuestros ecosistemas maltrechos. España puede ser un país para mujeres, jóvenes e inmigrantes trabajadores, pero hay que construirlo.

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