carlos navarro antolín

Un país enfermo ante un otoño negro

Zapatero pide ministros separatistas y nadie rechista, en cambio las iras se dirigen contra González por decir verdades

Tanto ansiaban el poder para comenzar la partidita de juego de tronos en el tablero de verdad que se han topado con la primera crisis en la que el mundo se paró de forma reglada. Y lo que está por venir en cuanto no haya más remedio que aflojar el torniquete de los ERTES del muslo corneado del mercado laboral. Nos espera un ambiente marcado por la desesperanza y la inseguridad ciudadana. Cada semana intentan sacar un conejo de la chistera para distraernos, pero cada vez con menos tino y, por supuesto, sin ninguna gracia. La escasa gracia que tienen se ubica donde las avispas. Que si la protección a las mascotas de la violencia de género, que si un sistema para vigilar los precios de los alquileres en una economía de libre mercado donde el 95% de los pisos en arrendamiento son de particulares, que si los hijos no son de los padres, que si la reforma laboral se modificará con apoyo de los legatarios de ETA, que si la enésima plática del presidente del Gobierno, ora en la sala de prensa, ora en los jardines... Es un parlanchín con aspiraciones a mago que, al menos, ya ha dicho una primera verdad: suben los impuestos. Alguien tiene que pagar las consumiciones. Podrían jugar todo lo que quisieran si no fuera porque mientras se nos hunden compañías como Abengoa o Airbus, que en Andalucía son los escasos asideros a los que agarrarnos cuando se nos llena la boca con la necesidad del cambio del modelo productivo. Que a lo mejor la clave no consiste en cambiarlo, sino en mejorar el que tenemos. La multinacional sevillana, o lo que queda de ella, está a un paso del descabello. Y la planta de Airbus en Puerto Real a un paso de la esquela. Como no hay pastel sin guinda, el avieso Zapatero dice que es la hora de meter independentistas en el Gobierno de España. No, no es una broma. Deben ser los mareos que producen tantos viajes a Venezuela para parecer un hombre de paz, un gurú de la política exterior con Iberoamérica y otras poses de quien se vio sorpresivamente aupado al poder y, por fortuna, no completó los ocho años. Con algo más de siete le bastó para dejar a España nuevamente dividida. Otoño es el túnel sin luz que tendremos que recorrer de la mano del Gobierno menos serio de la democracia y que mayor inseguridad jurídica genera, justo en el momento en que necesitamos más solidez para que Europa (¡menos mal que está Europa!) se fíe de nosotros y nos preste las perras. Este país debe estar muy enfermo cuando arremeten contra Felipe por no fiarse del Gobierno y abogar por una gran coalición, pero nadie dice nada del avieso de las cejas altas que pide ministros separatistas. Menos mal que González no tiene estatuas.

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