A estas alturas de la película decir que una de las vías de crecimiento de Huelva es su puerto es de Perogrullo. La ciudad tiene uno de los mejores elementos posibles para apuntalar un desarrollo que se le resiste desde hace demasiado de la mano de su bien más preciado: el mar. Aunque eso siempre ha estado allí, no ha sido hasta la llegada del actual equipo que dirige la Autoridad Portuaria cuando se ha visto la clara apuesta por romper fronteras y modelos y aspirar a lo más alto. En apenas dos años, el muelle onubense ha aumentado sus metros de atraque, ha traído una inversión de 60 millones de la mano de Impala Terminals, prepara la puesta en marcha del nuevo nodo ferroviario y además le ha regalado a la ciudad un Paseo de la Ría para que deje de vivir de espaldas a su principal valor. Y todo ello dentro de un plan estratégico claro, definido y, sobre todo, ambicioso.

Ambición, la gran asignatura pendiente de esta Huelva de nuestras entretelas. Ambición para reclamar nuestro sitio en el mundo. Ambición para soltar ataduras que nos mantenían sojuzgados. Ambición para presumir con orgullo de nuestras potencialidades. Ambición, en definitiva, para hacer de Huelva un sitio mejor en el que las oportunidades sean carta común para nuestros hijos. Uno sólo crece y se desarrolla si tiene ambición por mejorar, por ganar terreno, por ser mejor y, si me apuran, el mejor.

En ese proceso de ambición se incardina la operación de puja por una finca en el nodo logístico sevillano de Majarabique a través de la cual se le pueda dar salida a la creciente llegada de contenedores y mercancías a las dársenas onubenses. Una operación meditada y realizada en silencio, sin alharacas, sin vender nada antes de tenerlo atado. Con seriedad y rigor. Tan bien hecha que en Sevilla se ha montado un lío bárbaro porque la miopía de su puerto lo ha dejado en evidencia. Tanto que han tenido que ser los colectivos empresariales y hasta el alcalde sevillano los que hayan salido a la palestra para reclamar una marcha atrás que se antoja imposible.

Y aquí es donde debe entrar la ambición de Huelva para defender lo conseguido. A la estela del Puerto han salido ya la Cámara de Comercio, la FOE y la Aiqbe para advertir que aquí no hay marcha atrás. En esa senda, las administraciones públicas han de dar la cara y mostrar que su camiseta no atiende a más colores que los albiazules de Huelva. Al tiempo, partidos políticos y medios de comunicación hemos de permanecer alerta para impedir que haya cambios de sentido en las decisiones tomadas. El futuro del Puerto de Huelva es el nuestro, hemos de tenerlo claro, y en lo acertado de sus decisiones hemos de ver el inicio del camino para hacer una provincia mejor y más próspera. Después de los deprimentes datos de empleo conocidos esta semana, aún es más perentorio cerrar filas. Lo que está en juego, además de nuestra propia consideración, es el futuro de nuestros hijos. Y con las cosas de comer no se juega.

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