Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Del orgullo al profundo ascazo

Nuestra profesión se debate entre quienes nos dejamos las pestañas todos los días y quienes provocan ascazo

Mi vecino en Galdakao me pilló limpiando el coche. Me preguntó dónde iba y le comenté que volvía a Andalucía. La siguiente pregunta sólo se puede entender si eres de donde soy: "¿Pasas por Madrid?". La cara que pusieron quienes estaban conmigo, poco acostumbrados al peculiar sentido geográfico de los vascos, hizo que aclarara su postura: "si es que hasta los coches funcionan mal cuando pasas por Madrid. Van dando trompicones, como que no quieren pasar por ahí".

No me gusta Madrid, a pesar de que tengo a buena gente en ese lugar. Pese a que vengo de una ciudad grande, soy incapaz de aguantarlas más allá de un par de días. Llevo muchos años en capitales pequeñas, en ciudades con más o menos pretensiones y ese ritmo de vida es el que me gusta. No es por ir corriendo a todas partes, sino por disfrutar de cada paso que das. He vuelto a la capital en uno de esos viajes que hacemos los periodistas a los eventos donde la provincia de la que venimos se muestra a gente distinta. La paliza fue épica, pero me gusta la experiencia, especialmente después de haberla terminado, aunque la jornada, créanme, duró 18 horas e incluyó trenes y metros atestados por los señores del taxi que no han entendido de qué va esto de ser civilizado.

Me gusta por los reencuentros, por echarme unos abrazos con gente a la que no he visto hace años, desde un alcalde del PP que me tendió una emboscada de primera con el presidente de la Junta, a un concejal de IU de Almería al que tengo un enorme aprecio porque es de aquellos que lucha y pide lo que cree que es mejor para todos sus ciudadanos. Compañeros de profesión de otros lares a los que no ves hace tiempo, y de estos porque el escenario permite compartir con ellos experiencias que no tienes aquí. Gente que se deja las pestañas por hacer bien su trabajo, que cuando para se da cuenta de lo agotada que está y que pelea por hacer las cosas como debe hacerlas, con la mayor recompensa que es haber hecho todo lo que ha podido por conseguirlo.

De vuelta a la realidad, las pantallas nos traen de regreso al bochorno de la cobertura de ese ángel caído en un pozo en Málaga. El ascazo y la vergüenza ajena que produce el espectáculo disfrazado de noticia que las mismas cadenas, una y otra vez, nos están haciendo padecer, hace que cada vez me sienta más orgulloso de no ser como ellos. Y aquí, en Huelva, tampoco lo son mis compañeros y eso es algo que, permítanme, me llena por el enorme honor de ser parte de ellos.

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