La otra orilla

El odio

Este odio es peligroso, es el mismo de la noche de los cristales rotos de la Alemania nazi

El último debate electoral que debía celebrarse en la cadena Ser ha significado un punto de inflexión en la política española. Las dudas de Rocío Monasterio, candidata de Vox, sobre la autenticidad de las amenazas de muerte recibidas por la directora de la Guardia Civil, el ministro del Interior y el candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, han puesto de manifiesto el carácter fascista de la ultraderecha española y han creado una cultura del odio peligrosa para la convivencia.

La candidata neofascista alentó que el candidato de Unidas Podemos se fuera del estudio y le echó de España, llamó activista a la presentadora, amargada a la candidata de Más Madrid e irritaditos al resto de candidatos.

Este odio hacia el que no piensa como ellos no es nuevo. Sale a relucir cuando se criminalizan menores inmigrantes, cuando un grupo de militares habla en las redes de acabar con el Gobierno y de fusilar a la mitad de la población española o cuando en el Parlamento se dice que este Gobierno es ilegítimo.

Es el odio que no para. Ayer las televisiones de este país entrevistaron a dos mujeres que asistían a un mitin de Vox. Una de ellas declaró que Pablo Iglesias debería estar muerto o, cuando menos, fuera del país. Que se vaya, decía. Este odio es peligroso, este odio es el mismo de la noche de los cristales rotos en la Alemania nazi, el mismo de los campos de exterminio, de los gulags o del asalto al Capitolio estadounidense de hace unos meses.

Es el odio que criminaliza al diferente, al inmigrante, al que llega de fuera después de haberse jugado la vida en una patera; es el odio que niega la violencia de género, la desigualdad entre hombres y mujeres; es el odio que considera aberrante el amor homosexual; es el odio del pin parental; es el odio que expulsa del país al nacionalista, al independentista, al socialista, a las feministas, al comunista, a todo el que no piensa como ellos. Es el odio del fascista blanqueado por la derecha. Y de ese odio ya sabemos bastante en este país llamado España. La época del dictador bajito, con bigote y voz aflautada ya pasó.

Que no vuelva nunca más depende de nosotros. Luchemos contra el odio y, como decía Francisco de Asís, que donde haya odio pongamos nosotros amor, solidaridad y fraternidad, y a cabalgar hasta enterrarlos en el mar…

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