Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

El objetivo es la Constitución

No es cuestión de modernidad, sino de utilidad. Mientras las sociedades sienten útiles a las instituciones, las mantienen

La izquierda irredenta odia la Transición. Acusa de traición al PCE por aceptar la monarquía y apoyar la reconciliación. Obvia que fueron los que sufrieron la Guerra Civil y la dictadura quienes decidieron marchar juntos dando un SÍ abrumador a la Constitución. Pero los fanáticos adanes de la izquierda radical quieren borrar la historia. Enfrente, la derecha autoritaria y fascista que se cree la esencia de España y tildaba al rey de perjuro vuelve, con otros ropajes, a levantar el brazo. Ir de la ley a la ley permitía realizar un cambio de régimen pacífico. Algo inédito en España.

El debate sobre la monarquía no se sustenta en la falacia de identificar democracia y república. Este último medio siglo es el período más largo de democracia, paz y prosperidad que ha vivido España. Y si no fuera suficiente, bastaría comprobar la calidad democrática de las monarquías parlamentarias europeas frente a los modelos de socialismo caribeño que nos propone la extrema izquierda. Al contrario, si la elección fuera entre las monarquías del golfo y cualquier república europea tampoco habría duda. Es claro que la forma de estado no determina la de gobierno. Nadie puede negar que la monarquía es anacrónica, pero igual que los fueros medievales, base y origen del sistema fiscal vasco y navarro o las razones alegadas por quienes reclaman autonomías propias. Nada más anacrónico en la era digital que las votaciones de los caucus estadounidenses o las landsgemeinde suizas, aún vigentes en algunos cantones desde el medievo. No es cuestión de modernidad, sino de utilidad. Mientras las sociedades sienten útiles a las instituciones, las mantienen.

Nuestra Constitución incluye procedimientos para su reforma. Serán más o menos exigentes -la norma constitucional requiere mayorías reforzadas para cambiarse- pero están ahí para implementarse y seguirse. La república o la monarquía han de ser de y para todos o no serán. La estrategia de la izquierda radical, la misma que sigue considerando a la Transición un pasteleo -ellos ni habían nacido pero proclaman que lo hubieran hecho mejor- es la de crear un vacío de poder, acosando y derribando a la Corona para imponer un periodo constituyente del que surgiría su delirante república plurinacional y solidaria. Saben que no tienen apoyos, ni quizá los tengan nunca. Por eso fuerzan la ruptura. Quien no quiera ver que ese es su gran objetivo, será porque no quiere.

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