Cuando escribo estas líneas, se está produciendo la toma de posesión del nuevo presidente de Andalucía y ello me lleva a pensar en cuánto unen las victorias, en este caso referida esta unidad al PP, y cuánto recorrido difícil le espera al socialismo andaluz, si como cualquier andaluz de bien, independientemente de su perfil ideológico -y hablo de los ciudadanos- la acción del nuevo Gobierno resulta eficaz para el progreso y aumento del bienestar de la población por que se cumplan las expectativas abiertas con este cambio histórico en la política de nuestra Andalucía. Dicho esto, debo comenzar como, en estos momentos, las esperanzas se amontonan, pero, también, nos acechan muchas incertidumbres vistas determinadas actuaciones potenciadas desde las opciones perdedoras tras el 2-D. Ello me lleva a preguntar, lamentablemente, ¿somos verdaderamente demócratas o lo aceptamos todo solamente en función de que los resultados sean los apetecidos por mi o mi grupo? Espero, pues, que el respeto y la lealtad, aunque no exentos de la obligatoria discrepancia en la vida política, sean las actitudes y herramientas de trabajo para un limpio y sano ejercicio democrático.

Quisiera no equivocarme, cosa fácil en este momento porque desde el 2-D, y sobre todo en los días preinvestidura, no ha sido esa la actitud política. Una especie de "movilización preventiva", le han llamado, ha descalificado un programa y un Gobierno todavía sin constituir. Los más burdos, y sobre todo incoherentes, argumentos se han utilizado para descalificar al de enfrente con tanta fuerza como se aceptaban situaciones idénticas -el presente Gobierno central es muestra rotunda de ello- cuando les favorecían. Baste el ejemplo de "listas más votadas" tan usado en estas fechas para reafirmar el argumento anterior y no necesito citar nombres y situaciones, pero como aún tengo memoria recordaré que ese precepto de lista más votada ya no se respetó en los albores de la senda democrática constitucional con motivo de las elecciones municipales del 79 y que vinculo al inicio del fin de la UCD -al margen de su propia capacidad autolítica- y el despegue de las organizaciones de izquierda democrática que, hoy aquí, no debería por puro tacticismo, casi personal diría yo, tener tentaciones de radicalización como se está intuyendo en estos días, porque la confrontación callejera o fuera de las instituciones nos perjudican a todos y podría poner en evidencia algo, aún controvertido en Andalucía, como es el haber tenido durante estos años una paz social tutelada.

Ahora, pues, toca gobernar y hacerlo para todos. Ratificar las bondades democráticas de la alternancia y a partir del lunes disfrutar de un "tiempo nuevo", productivo, eficiente, transparente, respetuoso, libre y pleno de progreso desde el trabajo, la honestidad y el diálogo como fórmulas básicas para confirmar las expectativas de cambio deseadas por los andaluces.

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