Declaraba el escritor Juan Manuel de Prada en una entrevista que se publicaba en la última página de nuestro periódico el pasado 21 de junio: "Tendríamos que rebelarnos con lo que se nos trata de imponer, un producto de entelequias políticas aberrantes". Añadiríamos que una gran mayoría de españoles no acabamos de resignarnos contra esas constantes propuestas que -¡tantas veces!- son pura utopía, soluciones ineficaces y políticas en general absurdas. La situación no está para ambigüedades. Y en ese aspecto son lógicas las diatribas parlamentarias cuando no sólo es España uno de los países que está a la cabeza de los muertos por coronavirus -no digamos ya de sanitarios- sino que vivimos un desastre económico que nos confirmaba días atrás el escalofriante informe del Fondo Monetario Internacional, que eleva la caída del PIB del 8% al 12,8%, situando a España como el país más afectado, junto a Italia. El Banco de España era aún más contundente, anticipando una caída del 20% del PIB entre abril y junio y que el paro llegue al 20%. Uno evita la dramatización pero es imposible eludir la evidencia.

Ante esta calamitosa realidad, que cada día angustia más la vida de la mayoría de españoles, las responsabilidades, que se asumen en principio con tanto énfasis y pretencioso protagonismo, -¡el mando único!-, deben cumplirse con la rigidez y la eficacia que son necesarias, imprescindibles, diría yo. La cacareada Comisión de Reconstrucción debe incluir a todos -¡todos!- , partidos, gobierno y oposición, empresarios y sindicatos, quienes pueden aportar proyectos, reformas y soluciones con decisiones e innovaciones que revitalicen esta economía maltrecha y casi agónica. No se puede rehusar toda propuesta del PP por parte del Gobierno y luego exigirle apoyos. Tengamos como ejemplo el rechazo del presidente Sánchez a la propuesta popular de recortar el número de ministros -excesivo e innecesario- como ahorro ante la grave crisis por la que pasamos. No olvidemos la continua incertidumbre generada por las contradicciones del gobierno en su gestión de la pandemia.

Otra cosa es la aprobación por sorprendente unanimidad del decreto de "nueva normalidad" -nueva ¿qué?-, respaldada por la mayoría absoluta del Congreso. Ahora nos queda comprobar cómo se articulan las medidas de prevención necesarias y los instrumentos legales y operativos para responder coordinadamente ante los posibles rebrotes de la Covid-19 Porque la normalidad sólo es posible, cualquiera que sea, sin incertidumbre, sin miedo, sin desconfianza. Sobre todo cuando ciertas irresponsabilidades, de arriba y de abajo, nos amenazan a diario con no poder parar este monstruo exterminador al que, parece, que no podemos eliminar de momento. El voluntarismo de tantos, equidistante con su fatalismo, ambos intermitentes, no puede garantizar ese eslogan "volvemos más fuertes". Nos vendría mejor aplicarnos ese que dice "volvemos más conscientes". ¡Todos!

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