Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

La nueva realidad y la zona inguinal

El mundo que nos espera según se acabe el disparate en el que vivimos hace 50 días, da más miedo que esperanza

Parecemos loros, oiga. Desde la distancia que me permite estar con el equipo de la resistencia (gracias Antonio, pero te lo he mangado vilmente) desde hace 50 días, al borde del colapso diario, con la sensación de vivir algo histórico desde hace demasiado tiempo y cada vez con menor valor, lo de la nueva normalidad, me está empezando a afectar a la zona inguinal. De natural optimista, sencillamente porque sale igual de caro que ser pesimista, comparto con Antonio López el terror a esa novedad que nos deparará el final de esta pesadilla, pero con la cada vez más creciente sensación de que no se si quiero que llegue.

Esta semana he visto una pancarta en una manifestación en Estados Unidos con la leyenda Arbeit macht frei, El trabajo os hará libres. Una analfabeta idiota consideró que el lema que los nazis colocaron en el campo de concentración de Auschwitz, donde fueron asesinadas miles de personas, le venía muy bien para pedirle a su gobernador que abriera las tiendas, no vaya a ser que su Johnny particular se quedara sin ir a comer su mierda de hamburguesa al MacVertedero donde acostumbra. En ese mismo país, otrora luz y guía y hoy modelo para algunos descerebrados, hace unos días, otra pancarta rezaba Sacrifice the weak, o sea Sacrificar a los débiles, en aras a una economía que, de estar basada en semejante atrocidad, se podría ir al mismísimo carajo porque su hedor resultaría insoportable. El inefable Boris pensó lo mismo, hasta que le tocó a él.

Espero que a nadie se le ocurra arroparse en semejantes barbaridades, aunque me temo que todo llegará. La idiotez es contagiosa. Si no te gusta algo que no está de acuerdo con lo que tú piensas, pues coges una cacerola, una cuchara y te lías a interrumpir la conversación que tenía con mi madre en ese momento en el balcón; o te pones una mascarilla graciosa para que todo el mundo hable de ti cuando lo que te gustaría es coger la pancarta de la americana tonta; o que un adalid de la libertad (la suya) saque en su programa a otro que tal baila en el momento en que alguien con quien no debía estar, aparece en paños menores y medio mundo se despelota más que ella; o esa presidenta que monta una fiestuqui en el Ifema y le echa la culpa a Podemos, la misma que cree que lo de Telepizza es comida para niños; o alguien que debe gobernar y está a ver cómo contenta a la estrella televisiva que pensaba que gritarle a Inda era como ser vicepresidente. ¿Que no llegaremos a eso? Démosle tiempo, verán.

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