Paso firme

Ana Vives Casas

anvives@huelvainformacion.es

La normalidad no existe

Cambian los lugares, los horarios, las rutinas de trabajo, la educación, el ejercicio y hasta la alimentación. Después de un interminable silencio, los sonidos regresan junto al trasiego de la calle, con terrazas en las que charlan los grupos de amigos, como ocurre en las playas y bares. Bendita ¿normalidad? No, ni siquiera las rebajas nos la acercan.

La normalidad no existe, aunque queramos verla en la nueva situación que nos han impuesto a través de una denominación que nos puede llevar a pensar que ese maldito bicho nos ha dejado. No, sigue con nosotros y lo seguirá haciendo hasta que tengamos una vacuna que nos libre de sus efectos. Nos lo advierten las mascarillas, que se han convertido en el aviso diario de que las cosas aún no van bien. De que vivimos inmersos en una crisis. Son la divisa del distanciamiento social, de la responsabilidad y, para algunos (sobre todo, los más mayores) del miedo.

Si en tres meses hemos aplaudido la transigencia y la manera de sobrellevar una situación que nos cambió de la noche a la mañana y alteró de un plumazo nuestra forma de vida, brotes como el de Lepe son el claro ejemplo de que algo no estamos haciendo bien. Al margen de las decisiones políticas y de la Administración en cualquiera de sus ámbitos, no podemos cerrar los ojos y hacer como si nada ocurriera cobijados en el atavismo de "esto es lo que hay... Y lo que nos ha tocado vivir". No podemos olvidar los tres meses que hemos pasado encerrados, sin poder vernos, sin el contacto que ahora nos devuelve la vida... De nada sirven los esfuerzos de miles de profesionales y voluntarios si las terrazas no separan las mesas y al final, el codo del cliente de al lado se pega al mío como si estuviésemos en la salida de una maratón. De nada vale el empeño diario de tantas personas que se mantienen en el anonimato, si no respetamos el distanciamiento y el aislamiento obligado tras el contacto con un posible foco.

El nuevo orden que buscamos debe ir de la mano del cumplimiento de unas normas que nos han enunciado por activa y por pasiva. La aparición de nuevos rebrotes era uno de los grandes temores que todos teníamos con el final del estado de alarma y las prohibiciones impuestas tras la expansión del maldito bicho que nos acompaña (oficialmente) desde marzo.

La normalidad es un sueño y más nos vale estar bien despiertos en este nuevo orden que nos ha tocado vivir con mascarilla. Aprendamos a convivir con ella, a sonreír con los ojos, el sistema nervioso, los pómulos y las pupilas. Porque ¡ojo!, la normalidad de ahora está enmascarada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios