Cambio de sentido

El niño de mis ojos

En España hay 700.000 niños y niñas que necesitan gafas y no tienen, porque sus familias no pueden pagarlas

Estoy seguro -ensayó a decir- de que, con la edad, no sólo perdemos nitidez en la vista, también brillo, contraste, luminosidad. Cuando chico, los colores tenían más color". "También vemos menos porque pensamos más -probé a responderle-. No contemplamos, interpretamos. Acariciamos el deseo, no la realidad. Pero, en fin, qué se yo…". Lo que sí sé es que toda niña, todo niño, merece la posesión en pleno de las formas y colores, pues los habréis observado cómo miran, tan serios, los colorinchis del sonajero, la greca del mantel, la danza de la lumbre, los globos que flotan en la sala, la hormiguita. Y lo que también sé es que, en España, país tan próspero, hay 700.000 niños y niñas que necesitan gafas y no tienen, porque sus familias no pueden pagarlas. Lo revela Save the Children en su nueva campaña, con cifras tomadas de la encuesta de condiciones de vida del INE. Es para tirar, como Chesterton, por la calle de en medio y volver a transcribir lo que exclamó: "Con el pelo rojo de una golfilla prenderé fuego a toda la civilización moderna". "Ella es la imagen humana y sagrada; a su alrededor la trama social debe oscilar, romperse y caer; los pilares de la sociedad vacilarán y los tejados más antiguos caerán, pero no habrá de dañarse un pelo de su cabeza". Siendo lo primero las niñas y los niños, sus derechos, la cobertura de sus necesidades, su formación intelectual y emocional, su amparo, el respeto y el afecto que les aporte confianza para desarrollarse, están como están. Una sociedad que no cuida a sus mayores ni a sus menores, ni exige para ellos coberturas, no es una sociedad; es una sumatoria de individuos desencajados, ensimismados.

El niño de mis ojos, uno de los chicos de la familia, gasta parche en el ojo vivaz. Le deja operativo su ojillo triste, que para mí es el más hermoso. No es mala metáfora. El ritual para ponérselo es de risa: nos corretea por la casa hasta que alguien lo intercepta y la madre, con un gesto atávico de animala, lo aquieta, y el niño se calla y se deja hacer. Los nenes con parche en el ojo y gafas chiquitas alumbran el mundo. Lo mismo que hay cobertura dental infantil, o para los parches, la salud visual completa para todos los niños y niñas debiera estar garantizada. No ver que 700.000 niños en España no tienen las gafas que precisan para escribir las letras, leer los cuentos y ver los pajaritos nos convierte en un país de ciegos con reyes que no llegan ni a tuertos.

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