E L temporal, o los temporales, que estamos sufriendo desde hace diez días nos han dejado varias lecciones y un debate de difícil solución encima de la mesa. La primera lección es la que le dieron Mariano Rajoy y Susana Díaz al líder popular andaluz, Juanma Moreno, y al portavoz socialista en el Parlamento, Mario Jiménez. Si el sábado de la semana pasada estos dos políticos se enzarzaban en un cruce de acusaciones porque la naturaleza se había desatado a causa de los incumplimientos y errores del PSOE o el PP, el presidente del Gobierno y la de la Junta se reunían el lunes en Lepe para valorar juntos los estragos del viento y la lluvia y para ofrecer un mensaje de unidad y apoyo a los damnificados. La lectura de cualquier persona normal ante estos desastres es que hay que darle a quien sufre soluciones, apoyo y ánimos, no dedicarse a tocarle la moral -por no decir otra cosa- al personal. Se ve que Rajoy y Díaz recordaron el magnífico ejemplo dado en verano tras el fuego de Moguer. Lo recordaron con la misma intensidad con la que sus edecanes lo habían olvidado. Por eso Rajoy y Díaz son presidentes y Moreno y Jiménez eternos aspirantes. Por eso el personal está harto de que los partidos de siempre jueguen a tirarse piedras a la cabeza y comienza a mirar nuevas opciones menos calcinadas.

La segunda lección que debemos aprender de estos días es que la naturaleza no conoce de límites, ni de puertas ni de murallas. Cuando llueve, cuando nieva, cuando sopla, la naturaleza reclama lo que ha sido suyo siempre y no se para preguntar quién vive, trabaja o para por allí. Así de sencillo por mucho que nos sorprendamos. Cuando nieva las carreteras se cortan, cuando llueve los ríos reclaman su sitio y cuando sopla los tornados no entienden de autovías. Por mucho que nos empeñemos en lo contrario.

Y de ese contrario surge el debate abierto por el temporal. Lo dijo el consejero de Medio Ambiente, José Fiscal, con claridad meridiana: "Hay que reflexionar, por interés de todos y sobre todo de los propietarios, sobre las viviendas ubicadas en la primera línea de playa". Para eso el onubense lleva también ordenación del territorio y sabe los dolores de cabeza que las edificaciones irregulares le provocan a la Junta en lugares como Málaga o Córdoba. Porque no hemos de olvidar que muchas de las viviendas afectadas por la fuerza del agua se hallan construidas dentro del dominio marítimo, lo que quiere decir que no guardan la distancia mínima de seguridad. Esa realidad, silenciada durante décadas por estos lares, se hace presente cuando Neptuno lleva las olas hacia adelante y se come los cimientos de los chalés de veraneo. Esa realidad es, también, un problema de enorme magnitud que requiere de consenso, seriedad y altura de miras para buscar una solución. Esa realidad es la que cualquier día puede derivar en tragedia si no comienzan a tomarse las medidas necesarias. Pero esa realidad, también, es la más difícil de arreglar y menos cuando las urnas comienzan a atisbarse en el horizonte. La impotencia, el enfado y el miedo de los propietarios es de todo punto comprensible. Ahora es el turno de las administraciones para poner orden y mirar al futuro. Que la naturaleza ya lleva tiempo avisando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios