Andalucía podría ser conocida, desde fuera, por sus grandes contrastes: Costa y montaña, grandes riquezas frente a excesivas miserias, numerosos investigadores pero un alto número de parados… Podría singularizarse también por sus insignes artistas, sus recursos naturales o su rica cultura, adquirida a través de todas las civilizaciones que se asentaron en nuestras tierras. No obstante, no nos distinguimos, más allá de Despeñaperros, por todo eso. A los andaluces nos conocen porque somos muy "graciosos" o bien por lo "mal" que hablamos. Esta forma de señalarnos, durante años y años, ha hecho inevitable que haya quien crea y asuma ambas etiquetas.

Por una parte, están esos paisanos que, creyendo firmemente lo "graciosos" que son, militan como tales ganándose, como premio, un merecido rechazo. Por otra, está muy extendido entre los andaluces ese complejo de inferioridad de "hablar mal", que trae aparejado no sólo un injusto desprecio del habla propia, sino que al evitar determinadas palabras e imitar a los castellano-parlantes, se hace un aplastante ridículo.

Disponemos de sobradas manifestaciones de desagravios a nuestra comunidad usando el habla como excusa: Susana Díaz, Magdalena Álvarez o Trinidad Jiménez han sido objeto de chistes punzantes por su manera de hablar por parte de sus propios colegas políticos. Últimamente, nos ha salido una aburrida youtuber con la inventiva atrofiada que nos insulta solamente por nuestro acento. Y qué curioso resulta que no se critique a los catalanes cuando, hablando en castellano, dicen "can Joan" (a casa de Juan) y a los andaluces se les ataque con saña por decir "ancá María". En Andalucía apenas se entiende a un gallego o a un vasco si hablan rápido, pero no se le ocurre a nadie criticarlos por hablar mal.

Lo peor es quien deduce que tenemos un problema e intenta solucionarlo hablando en purísimo castellano. Eva González se ha caracterizado por hablar un andaluz rico, variado y sonoro cuando estaba en Canal Sur, pero nada más entrar en Máster Chef, olvida la riqueza de su habla y la sustituye por un andacastellano insufrible, alargando las eses finales y aumentando el volumen de emisión ("concursantessssssss"). Igual ocurre en los informativos locales y autonómicos cuando los presentadores, avergonzándose de su andaluz, lo suplantan con un castellano impostado y malo.

¿Que el andaluz no es un habla vanguardista? ¡No ni ná! (Tres palabras funcionando como tres frases, a juicio del profesor Pérez Orozco).

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