Por fin ya desapareció el muro de Renfe que recorría las Avenidas de Italia y Escultora Miss Whitney. Era una vieja aspiración de la capital que soñaba de siempre con su expansión y desarrollo hacia la ría.

Recuerdo hace muchas décadas, de una publicación aparecida en el diario Odiel, del que fui director y de la que se hizo una separata, no sé si editada por su autor o por el Ayuntamiento onubense, donde se contaba de forma muy amena y profesional, la extensión de Huelva a través del tiempo y en la que se afirmaba que mientras la ciudad no se viera libre del cinturón que la rodeaba, especialmente en el sector sur hacia la ría, nunca alcanzaría su total esplendor y desarrollo.

El autor de este trabajo era nada menos que un admirado arquitecto municipal, auténtica personalidad en el conocimiento y cariño a Huelva, que fue Alejandro Herrero. Un estudioso de la historia moderna onubense y persona de gran visión de futuro que nos hacía soñar en la gran Huelva.

Al cabo de más de medio siglo de leer aquel estudio, que ponía de relieve cómo los dos trazados principales ferroviarios que comunicaba a Huelva con Sevilla y con Zafra se habían convertido en un lazo que oprimía la ciudad, ya estos no existen.

Siempre en mis charlas con amigos que amaban la historia local, como Diego Díaz Hierro y otros tantos, el tema de los muros que nos protegían de los peligros de la línea férrea y nos amarraban a la pretendida, aunque entonces imposible, expansión urbana onubense.

Muchos recordarán el muro de la Avenida Alemania, el muro de la de Italia, la zona del muro de Santa Lucía, el tristemente célebre muro de la calle Aragón, el muro de la Casa Colón y así podríamos seguir, porque en verdad de muros teníamos para dar y regalar.

En este otoño que entró caluroso, también podríamos añadir que el calor de la reformas se llevó uno de los muros que han dejado al descubierto lo que siempre no debió de faltar: la vista de la ciudad a su mejor y más bello elemento natural, la ría.

Un paso grande, gigante, a falta de completar en el futuro, cuando ya no sean tan necesarias como ahora, las fábricas del Polo y Huelva dé cara a la ría del Odiel como el bulevar mas fantástico de la ciudad, con unas vistas que extasían y nos hacen soñar. Pero esto es otro cantar que algún día todavía muy lejano llegará.

Hoy, en estos reflejos choqueros que cada semana me vienen a la mente, despedimos al muro de la Avenida de Italia y quizás rompamos una lanza por conservar el viejo depósito de aguas de las locomotoras de vapor, existente aún en el paisaje urbano. En condiciones, podría ser un monumento recordatorio de un siglo fenecido y a la vez, una bandera de lo que ya se llama Parque ferroviario. Que podamos verlo.

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