Rick: "¿Nunca se ha parado a pensar si su causa merece tanto sacrificio?" Viktor: "Pregúnteme porqué se respira. No respire y morirá. No combata el mal y morirá el mundo". Ilsa a Rick: "El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos". Rick a Ilsa: "Recuerdo cada detalle. Los alemanes iban de gris. Tú ibas de azul". Esta escena de la película Casablanca refleja muy bien mi estado de ánimo tras la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas, celebradas el segundo martes tras el primer lunes de noviembre, como manda la tradición.

Más allá de los análisis sociológicos, demoscópicos, políticos y geoestratégicos, me queda la sensación de que, en la realidad hiperconectada del mundo de hoy, es muy fácil alimentar a un monstruo y que ese engendro, llegado el momento, adquirirá vida propia y comenzará a repartir estopa a diestro y siniestro, dado que fue alimentado con el rencor de todos los deseos no conseguidos de millones de personas. Un voto de odio es aparentemente inocente, muchos votos son una responsabilidad colectiva. Acto seguido es muy fácil fabricar un gran dedo acusador y señalar al culpable de todos los males. Si tú eres el acusado; ¡corre! Da igual si eres culpable o inocente, la horda te linchará. Las consecuencias de estos desmanes son de sobra conocidas en la historia de la humanidad.

Si observamos cuales son las empresas que más subieron en la Bolsa americana el día después de las elecciones, no necesitamos leer el programa electoral del señor Trump: armamento, petroleras, sanidad privada… El problema es que la política norteamericana afectará al resto del mundo (cambio climático por ejemplo) y ahí todos nos convertimos en rehenes, y al señor Trump el resto del mundo se la trae al pairo.

Pero yo en realidad no quería escribir de Donald Trump. "El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos" le susurraba Ilsa a Rick. Frente al gris de la Alemania nazi, Rick recuerda el azul de Ilsa. Frente al gris de la torpeza violenta e ignorante, me quedo con el azul, con la necesidad de la lucha como quien necesita respirar para no morir, a lo mejor desde mi pequeño reducto de humanidad, con las pocas personas de mi alrededor, con mi entorno al que venero e intento cuidar… el cultivo del amor, a la vida, a la naturaleza, a las personas a las que quiero, como la única papeleta que puedo depositar en la urna del sentido común.

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