Ciertamente, en el azar de la concepción me tocó un cromosoma Y en el par en que las mujeres poseen dos cromosomas X. Parece, sin embargo, que en cada temperamento individual coexisten proporciones variables de características masculinas y femeninas, que perfilan nuestro modo de ser. Por mi parte acepto gustoso el ingrediente femenino que puede matizar mi condición masculina. El condicionamiento genético, añadido tal vez al hecho de ser padre de tres mujeres y un varón, de los que aprendo cada día, me hacen sentir empático con los derechos de la mujer. Ese sentimiento me hizo escribir hace unas semanas en estas mismas páginas el artículo que titulé Me declaro feminista. Ahora, resonando aún el eco de la manifestación y huelga general del 8 de marzo, pretendo esbozar unas ideas que, sin dejar esa línea, introducen elementos que, en mi opinión, merecen unos momentos de reflexión.

Si yo fuera mujer, me gustaría que el mismo grado de unanimidad y entusiasmo desplegado en las manifestaciones en pro de los derechos de la mujer se alcanzara para oponerse a las barreras españolas y europeas ante las invasiones pacíficas de personas -niños, mujeres y hombres- que arriesgan y muchas pierden su vida para alcanzar un futuro medianamente digno. En el primero de esos derechos, afortunadamente, se producen aquí avances apreciables; en el segundo, no.

Si yo fuera mujer, defendería la educación de la infancia, en la familia y la escuela, en la igualdad de todos los niños, como vacuna contra los virus de las distintas clases de discriminación que tan fácilmente prenden en esa etapa de la vida.

Si yo fuera mujer, recomendaría el corto Señales, que acaban de presentar mis amigos Asun Parra y José Salvador, para alertar a los adolescentes sobre los riesgos enmascarados de dominación con que el machismo pretende imponer su ley, valiéndose de los sentimientos de las jóvenes.

Si yo fuera mujer, desearía que el derecho a disponer del propio cuerpo femenino fuera compatible con el respeto a una vida incipiente en gestación.

Pero no soy mujer. Precisamente por eso creo que los hombres, como integrantes de la raza humana, más allá de tradiciones heredadas que, si ya eran injustas en tiempos pretéritos, hoy son, además, absurdas y anacrónicas, deben implicarse participando igual que ellas en las reivindicaciones que afectan directamente a la mujer pero que nos atañen a todos.

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