hoja de ruta

Ignacio Martínez

La mujer del César

FRANCISCO Javier Guerrero es muy buen amigo. Colocó a unos doscientos en los eres irregulares a los que él mismo calificó como fondo de reptiles. Es muy buen patrón. Compartía con su chófer salidas nocturnas y le dio subvenciones de un millón de euros, mal contados. El conductor dijo que se gastó un buen pellizco en copas, fiestas y cocaína con su jefe.

Guerrero, que es hombre al que le cuesta perder el buen humor, le precisó a la juez que con él su chófer sólo tomaba coca... cola. De camino, confesó su adicción al gin tonic de Beefeater y al Marlboro. Y ya que estaba transparente, acusó a Chaves, Mar Moreno y Viera de conocer sus métodos para arreglar conflictos laborales a lo largo y ancho del territorio andaluz, tarea en la que empleó un dinero: unos 650 millones de euros. Algunas decenas de miles fueron a la cuenta de su suegra. Porque Guerrero es muy buen yerno.

Tras tomarle declaración durante tres días, la juez Alaya lo ha mandado a prisión sin fianza, porque cree que hay riesgo de fuga. Le acusa de delitos de cohecho, malversación, prevaricación y falsedad en documento mercantil y oficial. Alaya es implacable. Lo demostró con Manuel Ruiz de Lopera, en julio de 2010. Entonces inhabilitó al antiguo dueño del Betis, le impuso una fianza de 25 millones de euros, suspendió los derechos políticos de sus acciones y le prohibió disponer de esos títulos.

Con Guerrero ha sido igual de expeditiva. Pero le ha faltado un detalle. Mientras tomó sus decisiones sobre el dueño del Betis fuera de competición, con la Liga terminada, ha decidido encarcelar a Guerrero en plena campaña electoral de las elecciones autonómicas. En su auto se defiende de que lo haya hecho por motivos electoralistas. Sostiene que el preso pudiera estar recibiendo presiones para que se diera a la fuga. Guerrero dijo por primera vez lo del fondo de reptiles en diciembre de 2010, hace 15 meses. ¿En todo este tiempo no ha recibido presiones y no ha habido riesgo de fuga? Una magistrada tan precisa y rigurosa como la señora Alaya no debería haber soslayado que, como la mujer del César, un juez tiene que ser neutral y parecerlo.

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