El mar sereno, / tapizado de plata, / cruza un velero. / La tragedia en patera / queda lejos, muy lejos. Empiezo este Surcos nuevos con el mismo tanka con que terminaba el anterior, pues la situación de los emigrantes forzosos no ha cambiado en esta semana ni tiene visos de cambiar: son nómadas del mundo que arriesgan la vida para alejarse de la guerra o de la miseria; por cierto, que esta distinción es trascendental. "Si en tu país en guerra te pueden matar, estudiaremos darte refugio, pero si tú y tu familia queréis escapar del hambre extrema, lo sentimos mucho, arreglaros como podáis." Si hace unos días nos conmovían los niños separados de sus padres inmigrantes ilegales en Estados Unidos, hoy nos golpea la imagen de tres bebés muertos en brazos de quienes no pudieron rescatarlos con vida.

Como escribe en las redes Chema Monreal, patrón de barco, técnico en salvamento y rescatador: "¿Sabéis cómo es el infierno? No lo sabéis. Es parecido a un mar con olas de cuatro metros en la oscuridad de la noche. ¿Sabéis cómo retumban los gritos de socorro en mitad del mar cuando no divisas a la persona? ¿Sabéis qué se siente cuando divisas a cinco y solo puedes salvar a tres? ¿Sabéis a qué velocidad se traga el mar un cuerpo cuando diez segundos antes te miraba pidiendo ayuda? No, no lo sabéis". Cierto que parece que los ciudadanos, poco a poco, van aumentando su sensibilización frente a este trágico panorama, aunque deberíamos pensar cuántos minutos de este fin de semana hemos dedicado a pensar en ello y cuántos, por ejemplo, al Mundial de fútbol, incluido el lamento por las ilusiones depositadas en él. ¿Cuántos de nosotros sentimos más el fracaso de nuestra selección que el permanente de la Unión Europea y otros gobiernos del mundo en encontrar una vía para evitar la lucha contra el mar de personas desamparadas, basada en la solidaridad universal, principio que en teoría aceptamos, pero en absoluto practicamos? Bien están los gestos puntuales concretos que pueden aliviar la situación penosa de unas decenas y a muchos nos satisface que sean iniciativa del Gobierno español. Pero para que Europa actúe de forma constructiva y con la generosidad obligada a las naciones más favorecidas, debemos ganar la batalla de la opinión pública, que es la que impulsa las acciones de gobierno. De momento el partido lo va ganando el equipo contrario, el del egoísmo xenófobo.

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