El lanzador de cuchillos

El mono morado

Aunque la izquierda es cada vez más insustancial, su objetivo es el de siempre: arrinconar al discrepante

El Mono Azul fue un periódico publicado en el bando republicano durante la Guerra Civil, bajo el auspicio de la Alianza de Intelectuales Antifascistas que presidía el catocomunista Bergamín. En la publicación, que se presentaba "como una hoja volandera que quiere llevar a los frentes y traer de ellos el sentido claro, vivaz y fuerte de nuestra lucha antifascista", una de las secciones más emblemáticas se titulaba provocadoramente A paseo y, como cuenta Andrés Trapiello en Las armas y las letras, venía a coincidir con el auge en Madrid de los tristemente famosos paseos, que terminaban indefectiblemente con los detenidos fusilados sin juicio o tras un juicio-farsa en arboledas perdidas o frente a las tapias de edificios en ruinas. Bajo el tono aparentemente desenfadado de los paseos impresos en la revista que dirigía Alberti se escondía la invitación a eliminar no sólo al enemigo, sino a todo aquel que no mostrara el suficiente entusiasmo frentepopulista. Uno de los primeros señalados fue don Miguel de Unamuno.

Aunque la nueva izquierda es un brebaje cada vez más insustancial, su objetivo sigue siendo el de siempre: silenciar a los herejes y arrinconar al discrepante. No es preciso aclarar que los tiros de gracia son un anacronismo abyecto: basta, llegado el caso, con que el macho alfa provea a una de sus chicas - la del móvil famoso- de una máquina de calumniar o que su lugarteniente Echenique lance metralla y fango desde sus cuentas de Twitter contra todos los que no les bailan el agua. Da igual si se llaman Ana Rosa Quintana, Rocío de Meer o Vicente Vallés.

A Echenique la tecnología le permite lo que la historia y la naturaleza le habían negado: fungir de revolucionario resuelto y audaz. Con un simple teclado instalado en su silla de ruedas el diputado tuitero puede jugar a guillotinar a los Borbones, celebrar las agresiones a los rivales políticos -negarlas es una forma de jalearlas- o pedir la cabeza de los periodistas díscolos o desafectos. Y me viene a la cabeza lo que Unamuno, que siempre procuró mantener la dignidad un peldaño por encima del miedo, le espetó a Millán Astray con el Aula Magna de la Universidad de Salamanca hasta arriba de pistolas y correajes: "El general Millán Astray es un inválido. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre viril y completo a pesar de sus mutilaciones, suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. El general no es un espíritu selecto. El quisiera fundar una España nueva según su propia imagen. Y, por ello, querría ver a España mutilada".

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