La ministra y el volcán

De momento, lo que hay en La Palma es una catástrofe que concierne y afecta a muchos españoles

La ministra de Turismo, señora Maroto, ha encontrado en el volcán de La Palma una oportunidad de negocio; de ahí que hable de tal episodio como "un reclamo para quien quiera ver este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza, siempre con prudencia". En igual sentido, la ministra recordaba el "turismo de volcanes" del que se aprovecha, por ejemplo, Islandia. Pero, claro, el turista necesita de cierta seguridad que, ahora mismo, no puede, acaso, garantizársele. Y por otro lado -el lado que no ha tenido en consideración la señora ministra-, lo que urge a las autoridades españolas es la puesta en salvo de la población y el cálculo de las cuantiosas pérdidas, más que un vago e importuno programa de visitas.

Digamos que la señora ministra se ha dejado llevar del sentimiento de lo sublime, sin pararse a pensar en la aflicción de sus administrados. Según Burke, lo sublime es un sentimiento de terror, pero vuelto placentero por la seguridad y la distancia. Nadie querría ver destruido Londres, "orgullo de Inglaterra y de Europa", escribe don Edmund. No obstante, si ocurriera, "cuántas personas acudirían de todas partes para contemplar las ruinas". A esto debe referirse la ministra cuando habla de visitar los volcanes con prudencia. En fin, este sentimiento del espectador, a salvo ante lo terrible, lo había identificado ya Lucrecio como una incómoda fuente de placer. Pero, "no porque ver a uno sufrir nos dé placer y contento -escribe al comenzar el Libro II de su De rerum natura-, sino porque es dulce considerar de qué males te eximes". La distinción, claro, reside en el lugar que ocupa cada cual. Y si el turista de catástrofes se sobrecoge, un poco de mentiras, con la brutalidad y la indiferencia de la Naturaleza ante nuestras cuitas, la función de un ministro parece la contraria: esto es, su función es la impedir, paliar o remediar, en lo posible, tales catástrofes (el día en que don Alberto Garzón sea ministro de Consumo se van a enterar las eléctricas).

Ahí parece haber radicado la inconveniencia del comentario de la señora Ministra. De momento, lo que hay en La Palma es una catástrofe. Y una catástrofe sobrecogedora, que concierne y afecta a muchos españoles. Y también, de modo directo, al negociado de la ministra Maroto, que sin duda se verá menguado por los estragos volcánicos. Luego, cuando se pase el susto, cuando la geología se encauce y se apacigüe, será el momento de ponerse sublimes y asomarnos al abismo de lava, como quien mira un inocente y tentador escaparate.

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