Los organismos internacionales, públicos y privados, versados en el tema de las migraciones, creen que en estos momentos cinco millones de personas están circulando por el norte de África con la intención de llegar a las costas de Europa. Así pues, lo del barco Aquarius se va a quedar en una anécdota comparada con la que se nos viene encima de inmediato. Cuando coloquemos a esos cinco millones, vendrán otros cinco y otros cinco más por el mismo camino y así hasta no sabemos cuántos de los más mil millones de habitantes del continente africano. Si esto va a ser así, sin remedio, pues que nos lo digan y que cada palo aguante su vela. ¿Cuántos inmigrantes puede o quiere acoger Europa? Nadie contesta. La mayor parte de la suicida clase política europea no quiere ver más allá de hoy. El regate en corto, la decisión demagógica del día, la foto, el telediario y el que venga detrás que arree. Están jugando como el niño que se encuentra una bomba en un descampado. La cogen, la echan al aire, la voltean, la acarician, la patean, mientras los espectadores del suceso contienen el aliento, se horrorizan y se echan cuerpo a tierra. Parto de la convicción de que nadie es mejor que nadie. No piensen los que jalean esta demencial política de inmigración que son mejores que los que se echan las manos a la cabeza espantados. No crean que el telediario y la foto en el periódico dan crédito de bondad o santidad, ni de lejos.

Todos nos estremecemos ante la necesidad ajena, unos de una forma y otros de otra: unos dando grititos y alaridos para que se oigan bien y otros socorriendo, por ejemplo, al vecino. No hay que ir a tres mil kilómetros de casa para ayudar a un semejante.

Esto de la inmigración masiva incontrolada y desbordada no tiene más solución que pararla y buscar soluciones en los países emisores. El proyecto de Unión Europea, después de tantos años, tanto esfuerzo y tantas ilusiones, está saltando por los aire exclusivamente por el tema de la inmigración.

Gran Bretaña se va. Italia se rebela, Grecia se une, Austria huye, Hungría se opone, Polonia se descuelga, Alemania se divide y Merkel se desmorona, Francia mira para otro lado y España. ¡Ay España! ¿Qué les digo yo que no lo estén viendo con sus propios ojos? El mismo día de la llegada del barco estrella, recogemos en el Estrecho a más de mil personas en veinticuatro horas. En lo que va de año hemos recibido el doble de personas que el año pasado. Mientras escribo sigue el desmadre en el Mediterráneo y en Canarias. Más que hasta cuándo, cabe preguntarse hasta cuántos. ¿Cuál es el tope? ¿Ninguno?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios