Va a hacer un año del inicio de la maldita pandemia. Estos días se cumple un triste aniversario. El mundo se nos paró en marzo de 2020 para no volver a ser el mismo. Nos televisaron el desastre que no fuimos capaces de prever. Informaciones confusas en China desde unas semanas antes nos quedaban lejísimos, la crisis en Italia era más familiar pero igualmente ajena... Eran los problemas de otros que observábamos con curiosidad en el telediario y sobre los que todos éramos capaces de hacer sesudos análisis sin ningún argumento.

En recuerdo como si fuera ayer aquel primer caso en la provincia. El compañero Enrique Morán recibió una llamada. Su cara cambió. "Ha llegado a Huelva", nos dijo. Madrid había sido hasta entonces el epicentro de la crisis por su permeabilidad exterior. Incluso con el virus en nuestro país lo seguíamos viendo lejano por televisión. Cuando nos quisimos dar cuenta teníamos al presidente del Gobierno anunciando el estado de alarma, el confinamiento, la parálisis del país y del planeta.

Aquel primer caso nos cogió a todos vírgenes. Había tanta confusión que ni siquiera los protocolos estaban claros. Sanidad no sabía dar respuestas, la información era escasa y nosotros mismos no éramos capaces de procesar todos los datos que surgían. Pudimos confirmar aquel primer positivo, que había personas aisladas y poco más. Lamentablemente tuvimos que aprender todos demasiado pronto.

Han pasado 12 meses en los que hemos luchado contra tres olas, logrado encontrar una vacuna en tiempo récord, evolucionado de forma sorprenden a nuevos medios de producción y trabajo, salvado nuestro sistema sanitario del colapso en el descuento y respondido como sociedad a la mayor crisis a la que nos hemos enfrentado desde la II Guerra Mundial (o la Guerra Civil en nuestro caso). Logros de los que sentirnos orgullos, pero que no ocultan el alto coste que hemos tenido que pagar. Por el camino miles de familias rotas, historias personales y sueños truncados que se pierden en la frialdad de las estadísticas. Paro, pobreza, destrucción y desequilibrios sociales que tardaremos años sino décadas en reconstruir. Todo en apenas 365 días que demuestran nuestra fragilidad porque si ha pasado una vez puede volver a suceder.

Quizá cuando pase el tiempo podamos mirar atrás, recordar este tiempo de sufrimiento y hacernos esa pregunta que suena a coletilla. ¿Dónde estabas entonces? Como le leí a mi querido Fran Roales: todos éramos millonarios y no lo sabíamos.

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