Atan sólo unos días de haberse cumplido el quinto aniversario del inicio de la guerra de Iraq, el número de soldados de Estados Unidos muertos en el país ocupado ha superado la barrera psicológica de los cuatro mil. Ayer mismo se combatía fieramente en Basora, donde las milicias chiíes que desafían el poder de Bagdad se han hecho fuertes. Aunque los ciudadanos norteamericanos están más preocupados por el estado de la economía nacional, la presidencia de George W. Bush ya ha quedado indisolublemente unida a la aventura bélica de Iraq. Ha sido un desastre sin paliativos. Su gestación dividió a la comunidad internacional y cuestionó el liderazgo de Estados Unidos al plantearse como una acción unilateralmente decidida y basada en premisas que el tiempo demostró falsas (la existencia de armas de destrucción masiva y la connivencia de Sadam con el terrorismo islamista, desmentidas por los hechos). En cuanto a sus pretendidos objetivos, ni ha golpeado al siniestro terrorismo internacional, ni ha pacificado Iraq con la restauración de la democracia, ni ha estabilizado la zona de Oriente Próximo, que no ha dejado de ser el avispero conocido desde hace décadas. Salvo por la caída de un tirano, el mundo no ha mejorado tras la invasión decidida por Bush con el aval del pensamiento neoconservador que ha querido marcar una época histórica. Ha sido, efectivamente, una guerra en abierto desafío a la legalidad internacional, trasladada a la ONU como una patata caliente y que mediatiza a los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, cuya política exterior ha de contar, necesariamente, con el desgarro y la hipoteca que la contienda sigue vertiendo sobre la vida política norteamericana y, por tanto, sobre toda la política internacional. La mejora experimentada en el control de la violencia en Iraq en los últimos meses no es suficiente para alterar el diagnóstico acerca de un conflicto que continuará gravitando sobre el mundo durante mucho tiempo. Triste balance para una presidencia que se prometía más serena y fructífera que la de Clinton.

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