Donde el miedo se hace

En el feroz e impasible negocio de la guerra está la mano ejecutora, ahí nace el miedo que nos perturba

Una de las niñas asesinadas ayer apenas tenía 8 años; su familia, sus amigos, sus vecinos, todos habrán muerto un poco con ella. Vaya desde aquí mi recuerdo, mi dolor y el cariño de todos los que hacemos esta columna; para padres y madres como nosotros es fácil empatizar con ese sufrimiento.

El objetivo del asesino o de sus instigadores era probablemente expandir el miedo, causar mucho dolor para animar el rencor y provocar la respuesta violenta, asustada, llena de ira. Por desgracia es tan humano reaccionar desde el miedo que el goteo de asesinatos descabellados que sufrimos van obteniendo su propósito: asustarnos para odiar. Empezamos sintiéndonos huérfanos de protección, nos tienta incluso recluirnos y huir de cualquier multitud, y ahí detrás, escondido y amenazante, está el odio hacia el musulmán, el odio, el último escalón del miedo. Desde el momento en que respondamos así, los asesinos habrán logrado su objetivo.

Cojamos aire, tomémonos tiempo para sufrir desde la distancia con las familias inglesas que lo han perdido todo, se sentirán vacíos y abandonados de toda esperanza. Pero huyamos del miedo, ese es nuestro fracaso.

Y ahora sí, desde la certidumbre que puede ofrecer la calma, podemos preguntarnos ¿dónde nace este miedo que se convierte en odio? Y quizás la respuesta está justo en la noticia de al lado, ésa donde vemos a un presidente de Estados Unidos, matón e ignorante, rubricando una descomunal venta de armas con jeques árabes. Ahí, quizás ahí, en el feroz e impasible negocio de la guerra está la mano ejecutora, ahí nace el miedo que nos perturba, que no nos deja ser personas, que mata a nuestros hijos.

Cada vez que entramos en la lógica del miedo promovemos un Sistema que perpetúa el dolor, el sufrimiento, y que sin darnos cuenta nos hace cómplices. Por eso es fundamental dejar de ensimismarse en "la escena del atentado" y ampliar la mirada hacia lo que ocurre alrededor.

Somos capaces de hacerlo, podemos vencerlo prescindiendo de aquello que lo contagia: asustar a nuestros hijos dejándolos en casa; comulgar con cualquier político que venda seguridad y protección aislándonos del mundo; avivar la reacción violenta como única acción.

El miedo siempre atraviesa las fronteras, las vallas, los tanques, las bombas, no hay más solución que pararse, mirar, pensar y vivir.

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