Lo que el miedo esconde

Este vertiginoso cambio de época debe ser mirado de frente para sacarle provecho, o nos atravesará

La semana pasada me topé con un grupo de manifestantes en coches circulando por el centro de Huelva, llevaban banderas y hacían sonar el claxon de vez en cuando. No tuve ningún problema para llegar a mi destino, no iban muy despacio ni tampoco se mostraban muy bulliciosos, algo tenue. Sinceramente no sé muy bien por qué protestaban, creo que algo relacionado con las condiciones laborales de los profesores, pero pensé que era un claro ejemplo de lo que el miedo esconde, la dificultad de ser combativos en esta nueva realidad, y no sólo porque el coronavirus aceche, sino porque nuestros deseos de cambio han sido frenados en seco, y aún no hemos sabido reaccionar.

Y el miedo, además de plegarnos hacia el individualismo y la pereza para batallar, esconde cambios vertiginosos que se nos escapan. Por ejemplo la digitalización apresurada, que en las relaciones laborales hace crecer el precariado claramente, ya que ante la falta de debate y de preparación es la excusa perfecta para el desarrollo de una inteligencia artificial que sustituye personas, así como para que nuestros domicilios sean también espacios productivos. Y también en el ámbito de las relaciones económicas, esta digitalización acelera los movimientos especulativos hacia la población menos preparada para su abordaje, como la gente educada en la era analógica. Y las relaciones sociales, y los discursos políticos, etc. el miedo puede cambiarlo todo.

A mi juicio, este vertiginoso cambio de época debe ser mirado de frente para sacarle provecho, o nos atravesará. Si cada mañana nos desayunamos con el recuento de infectados, con las previsiones de descalabros económicos y laborales, con los desencuentros entre nuestros dirigentes. Si cada mañana se inocula miedo a espuertas, y nos quedamos ahí, en esa sensación, solo crecerá el alarmismo en detrimento de la confianza, la frustración y la depresión. Es necesario frenar, mirar cómo se están produciendo estos procesos y liderarlos, para que podamos ofrecer alternativas: cambiar el discurso del pánico por el de las propuestas; encontrar las causas del descalabro actual en problemas pretéritos como el cambio climático o la perpetuación de situaciones de pobreza; fortalecer los sistemas públicos de nuestros Estados frente a los meramente productivistas; y también, empezar a cambiar las cifras de contagiados por los mensajes de ánimo a los enfermos.

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