Se han cumplido seis meses del fracaso preventivo y epidemiológico, por el negacionismo y la ausencia de una gobernanza - ¡qué palabra!- universal que, en nuestro caso, llevó a dictaminar un cuestionable estado de alarma que obligaba a un aislamiento colectivo y una inactividad productiva profunda. Sin embargo, la falta de humildad y la excesiva prepotencia dirigente, se planteó una lectura pública del drama absolutamente superficial: aplausos, canciones, sesgos informativos… que ocultaban la tragedia que vivían miles de familias -aún hoy, no sabemos el número de fallecidos- y la ansiedad e indefensión de los trabajadores de primera línea con un coste nada despreciable de vidas puestas al servicio de los demás.

Las epidemias, siempre son un desastre y suelen generar una crisis moral de alto impacto social, lo que obliga a cometer los mínimos errores para no aumentar los daños, de todo tipo, que acarrea en sí mismo la propagación del virus. A mi juicio, se erró en comparar la situación con el antecedente del Ébola y aún peor, establecer una similitud con otros Coronavirus.

Por eso, hoy, seis meses después y tras la imprudente afirmación sobre la derrota del virus y, posiblemente, una desescalada impregnada de criterios políticos más que técnicos y la evidente falacia de la inexistencia del famoso Comité de expertos, nos encontraos con un creciente ritmo de la pandemia; en el país europeo, con mayor número de infectados de una tasa de fallecimientos entre las más altas del mundo… junto a ello, un aumento exponencial del desempleo, una destrucción de empresas casi insoportable y de las mayores de nuestro ámbito geográfico. Hablé de crisis moral y la ocupación de viviendas particulares, aunque el vicepresidente no lo quiera ver, es ya un problema de primera magnitud. Podríamos seguir, pero no, aquí en lugar de hablar sobre la necesidad de la reorganización del sistema sanitario, convertir a la atención primaria en el cimiento sólido del sistema, fomentar la colaboración público-privada, fortalecer la inversión I+D… lo que se hace es rechazar en bloque las querellas relacionadas con la gestión de la crisis -al menos, tres o cuatro Primeros Ministros europeos han pasado por los Tribunales- se pretende modificar el código ético del congreso para no tener que acatar la Constitución, Ley de Eutanasia o complementar e integrar en el modelo educativo la Ley de Memoria Histórica, como se inventa la vice, Calvo, elemento de ¿homologación democrática? Que ya le está reconocido a España desde hace años. Espero, de ella, algún día, una lección magistral sobre el bombardeo republicano a su pueblo, Cabra.

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