Sabía que el número de influencers profesionales ha crecido un 23% en el último año? En España existen más de 9.100 y cerca de 900 que pueden considerarse macroinfluencers, al tener más de un millón de fans en alguno de sus canales sociales. ¿Será esta la profesión del futuro? ¿Se imaginan estudiar la carrera de Influencer en la Universidad? Pensar algo así no es tan descabellado, teniendo en cuenta que llegar a conseguir tan elevadas cifras de seguidores resulta cada vez más complicado.

El sector del marketing de influencers (el fenómeno de anunciar los productos y marcas mediante una persona relevante en redes sociales) ha aumentado considerablemente. Según un reciente estudio, las empresas nacionales invirtieron 93,7 millones de euros en publicidad con influencers el año pasado. Fuerte, ¿no? Además, son muchas las empresas y negocios que han surgido gracias a este sector. Desde agencias de representación a expertos en gestión y medición de las campañas publicitarias con ellos. Vamos, que poca broma con el nuevo business. Y es que su propia palabra lo dice: influencer. La influencia que están dejando en la sociedad es cada vez más notable en todos los niveles. Me pregunto si, ahora que se acercan las pruebas de acceso a la Universidad, más de uno no se plantea esto como el trabajo de sus sueños: mostrar su vida en redes sociales a cambio de que le regalen cosas y, encima, recibir dinero (a veces mucho) por ello.

Estos datos me han hecho pensar en la nueva generación de profesionales que llega. Unos jóvenes cuyo espejo es Instagram y su meta es vivir rodeados de un lujo que solo existe para un muy pequeño grupo de suertudos. Muchos (que no todos) se piensan que María Pombo (2,5 millones de seguidores), Dulceida (3,1) o Laura Matamoros (1 millón) viven del cuento y creen que el sacrificio ya no se lleva. Porque si alguien gana millonadas por hacer nada, ¿por qué ellos van a matarse estudiando una carrera, haciendo prácticas y ahorrando para llegar a tener un sueldo medianamente decente?

A esa gente que pasará por la universidad sin pena ni gloria, que no cree en el trabajo duro y que menosprecia a nuevos profesionales como los llamados influencers, decirles dos cositas: la primera es que tendrían que ver la de horas, esfuerzo, nuevas técnicas (las redes sociales cambian cada día), dinero invertido, sacrificio y, ¿por qué no decirlo?, encanto innato que requiere dedicarse en expreso a los medios sociales. Y la segunda, lo que ven en las redes, al igual que en las películas, no es real. Se maquilla como cualquier anuncio de perfumes, y ese maquillaje no es gratis. Hay que comprarlo, saber aplicárselo, ser guapo para que quede bien y tener herramientas para hacer que el resto lo compre. En definitiva, que para ser alguien (dentro o fuera de redes) tienes que ponerte las pilas. Que no te engañe ese último reel de Laura Matamoros. Triunfar, amigo, nunca fue barato.

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