Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Mira que nos dejó imágenes memorables la puñetera pandemia. Las hubo a montones. Imágenes divertidas, imágenes trágicas, deplorables, ridículas, entrañables, terroríficas, admirables… Tuvimos de todo, y a cada cual más alucinante, sobre todo ahora que lo vemos en perspectiva, pero en los últimos días se me está viniendo a la cabeza una en concreto, que nos impactó a todos por lo sorprendente y lo extraordinario: la construcción del hospital Huoshenshan de Wuhan, una mole de dos plantas y 34.000 metros cuadrados equipados hasta las trancas que los chinos pusieron en pie en tan solo diez días. Una auténtica proeza, sobre todo a los ojos del viejo ciudadano europeo, y más aún del español, que ni en sueños es capaz de imaginar que aquí pudiéramos ver nunca trabajando tanta gente a la vez, sin parar durante todo el día y toda noche, por mucha necesidad que hubiera, muy sobrecargados que estuvieran los hospitales y mucha gente que se estuviera muriendo.
Lo del hospital de Wuhan, les decía, me ronda la memoria desde la semana pasada, cuando empecé a leer las noticias sobre la visita del presidente de la Junta a China, a donde se ha ido junto a unos cuantos consejeros de misión comercial para venderles la marca Andalucía. Ya saben, para que traigan pasta (inviertan, que suena mejor) y puestos de trabajo. Nada que objetar. Lo que pasa es que no dejo de preguntarme si, además de para quitarnos a los onubenses una buena parte –la más sabrosa y menos sucia– del pastel del hidrógeno verde para que se lo coman en Málaga y Sevilla, no podría aprovechar Juanma Moreno para traerse de vuelta algunas ideas sobre construcción de hospitales, a ver si con esas, y algo de suerte, podemos tener más pronto que tarde el Hospital Materno-Infantil que nos llevan prometiendo desde 2019 y que a estas alturas sigue siendo un dibujito en un plano.
Lo peor es que no es el único (dibujito) que llevamos, que desde los tres puentes de Chaves no levantamos cabeza. Si fuera por los proyectos de boquilla, en Huelva estábamos ya en la Luna, pero, muy al contrario, venimos arrastrando indignas carencias y odiosas comparaciones desde hace décadas, y ni siquiera el giro de timón político ha servido para arreglarlo. Desde que gobierna el PP somos la provincia con menos inversión en obra pública de Andalucía. El catedrático Juanjo García del Hoyo ha calculado que para acercarnos a la media regional (estamos por debajo, obviamente) la Junta debería haber invertido en Huelva 105 millones más, que, claro está, han terminado yéndose a otras provincias. Cualquiera que lo viera desde fuera pensaría que lo de la Junta con Huelva es hasta obsesivo. Una manía. Pero la realidad es muy distinta y la conocemos todos. Gobierne quien gobierne, en Sevilla o en Madrid, sea hombre o mujer, del PP o del PSOE, con cupos y sin cupos, haya o no haya crisis o pandemias de por medio, existe un denominador común: el silencio cómplice de quienes pueden hablar. Su sumisión, su cobardía y su escaso amor propio son la soga que nos tiene atados los pies mientras los demás ya vuelan.
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