Manuel Gómez Beltrán

El manto de la Esperanza

POCAS cosas tiene tanto simbolismo como el manto de la Virgen. Ni una saya, ni una toca, ni un palio ... Nada evoca el amparo y el refugio que María Santísima nos ofrece mejor que su manto. Por eso el cofrade, desde siempre, ha dignificado esta prenda realizando verdaderas obras de arte donde el hilo de oro conforman un canto de alabanza y devoción a la Madre de Dios. Y así, obra de la devoción, la Virgen de la Esperanza luce ya el manto que su maternal señorío se merece.

Hay, pues, que felicitar con el Ave María bordado en su manto su manto, en primer lugar a la Santísima Virgen, a la hermandad, y uno por uno y personalmente a cada hermano y hermana que haya puesto con sus manos el grano de arena del reloj de su tiempo, de su entrega y desprendimiento sobre esta verde maravilla. A todos las más efusivas y sinceras felicitaciones.

Pero permítanme que felicite de manera especial a quien lo concibió, a quien lo vio sobre la Virgen antes de dar la primera puntada;antes incluso de que el lápiz lo intuyera sobre el papel de seda; a quien fue capaz de idear esta soñada genialidad para su Virgen morena de la Esperanza, a Enrique Bendala Azcárate.

Nadie que conozca a esta excepcional persona y su obra para su hermandad se puede sorprender del resultado,aunque en este colosal diseño haya sacado lo mejor de sí mismo y haya superado cualquier espectativa.Por mucho que nos asombrara con el techo de palio,con la saya de la coronación,con la toca de sobremanto,con el diseño de las jarras del paso, con la pértiga de la Inmaculada,con algo tan difícil de resolver como el estuche para la libra de cera del mayordomo,y todo lo que para la Esperanza ha salido de sus manos,aún así con el manto nos ha sobrepasado.

Pero para lograr esta soberbia locura de tisú Enrique ha jugado con ventaja,pues él conoce como nadie la imagen de la Virgen de la Esperanza y sabe qué es lo que Ella requiere. Se sabe como sacado de punto de su memoria cada gesto de su semblante,pues aunque siempre fue hermosa esta rosa de San Francisco, fue Enrique quien mejor ha sabido desvelar el hermosísimo misterio de su divino rostro.Fue él quien le confirió al vestirla ese halo imposible de explicar que elevó a la Esperanza a la máxima expresión de la belleza,y supongo que en la intimidad del camarín,al vestirla,la mirada de la Virgen,dorada como el reflejo de su manto,le habrá sugerido más de una idea y habrá guiado sus manos, ¿es o no jugar con ventaja?

Supongo que a estas alturas habrá recibido muchas felicitaciones, aunque en este mundo cofrade,tan cicatero a la hora de reconocer méritos ajenos,no me extrañaría lo contrario.Aunque el buen cofrade hace las cosas sin esperar nada a cambio;o como él lo ha hecho:Por amor a la Esperanza...,y por amor al arte. Ese arte que a Enrique le sobra.

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