Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Aquí que no llamen

Mi hermano inauguró una tradición en mi familia al ser, posiblemente, el único presidente de mesa que no votó

Llevábamos poco tiempo viviendo allí y dado que Olabarrieta es poco más que una aldea y era menos que eso antes de que se empezara la construcción de unos pareados horribles que costaban una pasta. Teníamos todos los números para que nos tocara mesa electoral y ganamos. Lo que ocurre es que el agraciado (eso no fue lo que pensó él) fue mi hermano y para más coincidencias, estaba haciendo el servicio militar en Burgos. Se lo dijimos, se armó de paciencia y se lo comunicó al mando de turno. Cuando se les pasó el descojone y, al parecer duró un buen rato, el conductor y soldado distinguido se armó de paciencia para solicitar por escrito la negativa del Ejército español para que se pudiera desplazar a cumplir con sus deberes electorales. El día de las votaciones, al pase de lista, se presentó mi padre armado con ese papel y cuando le llegó el turno a mi hermano, presto lo enseñó. La ertzaina no olvidará jamás las carcajadas de mi aita cuando le insinuó que se quedara él en su lugar. "Mire, ahí pone Aitor y yo no me llamo Aitor, así que lo siento por el suplente, pero échenle la culpa al Ejército" y tiró para casa, cuesta arriba, meándose de la risa.

Obviamente y después de semejante desplante, las siguientes votaciones volvieron a dejarnos el reintegro en mi casa y ahí sí que mi hermano no tenía excusa. Cuando se cerró el colegio, comenzaron a votar los integrantes de la mesa y el último el presidente, mi hermano. Hasta hoy siempre he querido imaginarme la cara de todos los interventores cuando Aitor les dijo que nones, que él no votaba. La jeta debió ser un poema. "¡Pero cómo no vas a votar!" le soltó el más valiente y mi hermano no se aguantó más: "porque estoy hasta las pelotas de todos vosotros, dejadme en paz, contad los votos y rápido para casa". Y no votó. Probablemente, fuera el único presidente de mesa en todo el país que no lo hizo.

Así hemos salido en mi familia. Hay algunas que presumen de nobles tradiciones de abogados, médicos, curas o toreros, en la mía, somos abstencionistas. Desde entonces sólo voté una vez y reconozco que lo hice por intereses personales que no vienen al caso y que les contaré otro día, o no. Creo en la abstención como práctica terapéutica y el calificativo de activa me horroriza. El sofá, la tele o un buen libro, son las mejores herramienta para una tropa a la que creo que le hace falta más que un buen lavado. Que cunda el ejemplo.

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