Vivimos una situación tan aciaga, tan nefasta, tan deplorable, que batimos todos los récords negativos en lo político, en lo económico, en lo social, en lo sanitario, en fin en todo. Para colmo de adversidades e infortunios, cuando los comerciantes y hosteleros sufren una crisis insostenible, las calles, desoladas por las restricciones se ven invadidas por unas turbas airadas, unas jaurías furiosas y violentas, compuestas por jóvenes y adolescentes, impulsados por un arrebato extremo y brutal, toda una legión organizada de terroristas urbanos de extrema izquierda, antisistema a los que se unen saqueadores, auténticos delincuentes, que arrasan cuanto se encuentran y atacan salvajemente a la policía lanzándole todo tipo de objetos contundentes a la vez que destruyen escaparates, mobiliario urbano e incendian contenedores y vehículos, dejando una estela de destrucción y barbarie. Y todo para pedir la libertad de un rapero psicópata cuyas supuestas canciones desgranan odio, amenazas asesinas, aliento al terrorismo, la violación e intolerables insultos a las instituciones del Estado. Todo con el pretexto de una libertad de expresión de la que el presunto cantante y sus seguidores deforman y abusan con estos condenables actos.

En todas estas violentas escaramuzas cuentan sus instigadores de cabecera por detrás por delante con el más desvergonzado descaro con el apoyo de quienes se ven favorecidos por tan desalmadas actitudes. A la cabeza el mandatario de Podemos, Pablo Iglesias, cuyo expresado gozo por ver apalear a un policía, como confesó en su día, debe colmar ahora sus perversas satisfacciones, o su vocero, el impresentable Echenique, que ha mostrado "todo su apoyo" a los manifestantes o la ministra Montero - la de la niñera famosa - que justifica los disturbios comparando al delincuente Hasel con las sufragistas o el alcalde de Valencia, Joan Ribó, que habla de crispación y desproporcionalidad de la policía, más el largo etcétera donde junto a conocidos políticos se alinean determinados periodistas y comentaristas de medios informativos. "Al tercer día resucitó", tres días después de las algaradas, reaparición ¡por fin! del presidente del gobierno, para decir que "La violencia es inadmisible en una democracia y el Gobierno garantizará la seguridad".

Y poco más, sin hacer mención a su vicepresidente que sobre el fondo de unas ciudades en llamas con calles calcinadas, víctimas del pillaje y el terrorismo, no sólo siguen sino que, ante las proclamas de libertad de expresión por parte de los airados manifestantes pretende acelerar los resortes de control de los medios informativos especialmente los que habitualmente se muestran más críticos. En suma a esa libertad de información y pensamiento que, como a los regímenes nazi o stalinista, siempre les provoca una incurable paranoia. Su afán de someter a los medios, manipularlos y apoderarse de ellos forma parte de su inconfundible ADN absolutista.

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